La democracia es el mejor sistema de los posibles. La República francesa nos ofrece un ejemplo de cómo la ciudadanía puede cambiar los destinos del Estado sin necesidad de revoluciones burguesas disfrazadas de pueblo llano. Hollande ha vencido en la nación de la grandeur. Sarkozy ha pasado a la historia y el primer secretario del Partido Socialista francés es el presente. Atrás quedó su expareja Segolène Royal. Es el tiempo de la izquierda moderada. Treinta y un años después del triunfo de Mitterrand, la gauche vuelve a ocupar la Jefatura del Estado. Las banderas tricolores lucen igual. Gritan al mundo la unidad indisoluble del “allons enfants de la patrie”. Azul, blanco y rojo.
Francia se viste por los pies. Hollande nunca mostró los tics prepotentes de Sarkozy. Es de esperar que en adelante no se confunda lentitud con paciencia ni prudencia con cobardía. Por encima de todo, lo más deseable es que el chovinismo deje paso al europeísmo y que la búsqueda del consenso no arrastre consigo la pérdida de los valores republicanos: igualdad, fraternidad, solidaridad y...propiedad.
Brindo por el éxito de la izquierda en Francia. Del mismo modo que celebré la presidencia inicial de Felipe González. Confío que el francés de Rouen no me provoque la misma decepción que el español de Sevilla. Confío en ello.
Un saludo.
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