Recibo
con satisfacción que el juez del caso Nóos admita la personación de la
Abogacía del Estado como acusación particular. La igualdad de los
españoles es el derecho fundamental que adjetiva las libertades del
núcleo duro de nuestra Constitución. Sustantivo que adquiere su más alto
valor cuando nos enfrentamos a los tribunales de justicia y, sobre
todo, no nos engañemos, cuando hacemos valer el eslogan de Hacienda
somos todos. Hasta ahí, de acuerdo.
En
este proceso mediático en el que la unanimidad de la condena preside
los editoriales de todos los medios más allá de la ideología de cada
uno, los pescadores de ríos revueltos persiguen una pieza mayor a través
de la travestida técnica del disparo por elevación o de la canasta
bomba. En este momento, la prudencia y la cordura deben imponerse. El
delincuente convicto y confeso deberá afrontar sus penas conforme a ley.
La familia del reo sufrirá la afrenta moral que corresponda pero no
puede participar de la pena ni con la multa ni con la cárcel ni con el
destierro ni con la aniquilación. Aprovechando que el Odiel pasa por
Huelva, a ver si contaminamos sus aguas con unas buenas balsas de
fosfoyeso. No y no.
Con
Urdangarín está pasando un cuarto y mitad de lo mismo. Como el marido
de la Infanta Cristina puede ser empapelado, en el mismo envoltorio cabe
el suegro y, en el ataúd floreado subsiguiente, se introduce al rey y,
con él, la Corona y toda la monarquía parlamentaria. De esta manera, los
enemigos de la democracia que se sustenta en nuestra Constitución
hacen de su querencia por la dictadura (de derechas o de izquierda que
me da igual que lo mismo me da) el objetivo irrenunciable. De nuevo,
nones. Los que quieran maquinar cautelosamente algo contra alguien en
pos de un designio particular, URDAN, que es su derecho. A GARÍN o a
Garona. Que dispongan de los hilos que deseen para alimentar la
urdidera. A cada uno lo suyo. Sin problemas y sin objeciones.
Al
suegro del acusado, si quieren alancearlo, pues que sigan en la labor
ya iniciada desde ciertos sectores de la sociedad. Allá ellos y que se
defienda él. Pero la Corona, no. La Corona representa la unidad del
Estado frente a la división orgánica de poderes y simboliza la
integración nacional. Demasiado bocado para estómagos tan toscos. Los
independentistas de contra, los republicanos de pro, los indignados sin
causa y los cabreados con motivo tendrán que acogerse a nuestra ley
superior. Y si, a base de presionar, consiguen modificarla o derogarla,
nos congratularemos todos porque, en efecto, el pueblo es el soberano.
En caso contrario, ya saben, agua y ajo, o bien a Cuba o Corea del
Norte.
Un saludo.