Verso
libre. Las emociones vuelan mejor cuando no se someten al dictado de la
métrica. Los clásicos del siglo de oro español lo conseguían y, en
verdad, de manera genial. No quiero decir que su poesía fuera mejor sino
más medida, más ortodoxa, más sujeta a los cánones. El gran Machado nos
regaló unos metros inolvidables y qué decir del más grande poeta
español del siglo XX, nuestro paisano Juan Ramón, en sus Poemas del
Alma. Métrica y sentimientos en dura lucha por sublimar las pasiones.
En
política, la métrica no está hecha para los que desconocen las
operaciones aritméticas elementales. Como no saben sumar, restar,
multiplicar o dividir, suelen acogerse a la historia y recalan en los
puertos de la pólvora del gran capitán. Mientras pague el rey pueblo,
gaste a manos llenas el golfo extraído de las entrañas de ese pueblo. Es
el imperio de la asimetría o lo que es lo mismo, la ley del embudo. No
les interesa la simetría ni, por consiguiente, la correspondencia en
forma, tamaño y posición de las partes de un todo.
El
naufragio de España se viene anunciando. Las trompetas del desastre
suenan muy cercanas. Los supervisores de la armada siguen sordos. La
tormenta se detendrá ella solita. Pero el fragor de los meteoros acrece.
Esta vez nos vamos a pique. Ni Constitución ni Estatuto. El rugido del
temporal mediático es demasiado fuerte. El Estado de las Autonomías
rinde sus últimos servicios. Parte de Cataluña busca en la independencia
la válvula de escape de sus canalladas económicas y financieras. La
otra parte mira a un lado y a otro y no ve sino austeridad, desempleo y
pobreza. Rasputines del odio siembran cóleras que el pueblo hace suyas.
El
partido del gobierno sólo tiene ojos para el déficit. La economía está
hecha unos zorros. Hasta ahí, se admite. Pero la historia es, además,
política, sociedad y cultura que incluye una mentalidad. La ósmosis ha
de presidir esos compartimentos. No son contenedores estancos. Rajoy
parece olvidar este axioma. Rubalcaba, sin embargo, aprovecha cualquier
grieta para que la vía de agua sea mayor. De ahí su nauseabunda petición
de cambiar la Carta Magna y de poner en valor la vieja aspiración
socialista del estado federal asimétrico. Cuanto más se beneficie el
partido, mejor. La nación, el estado y el pueblo españoles son coartadas
para ocupar el mando.
España
atraviesa unos momentos especialmente duros. Las golferías de
determinados gobernantes autonómicos están en la base del problema. Pues
bien: si queremos que el mar se encrespe todavía más y la asfixia bajo
las aguas sea inevitable, acudamos al Estado federal español. La ruina
de la ruina. Eso sí, los pescadores de las miserias humanas se harán
ricos. Los asimétricos federalistas no son sino analfaburros que no
saben leer ni escribir y que, aunque algunos sí sepan, ni leen ni
escriben. En cuanto a escrúpulos, cero. De ahí que la medida, el canon,
la proporción, la aritmética, la solidaridad, sean valores despreciados
por los desvergonzados amantes de la asimetría, entendida como la
ausencia de igualdad, el desprecio a los méritos y la victoria del
salvajismo institucional.
Así nos luce el pelo.
Un saludo.
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