Tengo
la costumbre de acostarme temprano y levantarme con el canto del gallo.
En verano, cedo ante la fuerza de los anocheceres y me refugio más
tarde entre las sábanas. Con el verano, el calor y con el calor, la
pelea con el sueño. La televisión me sirve de adormidera artificiosa.
Este año he visto por vez primera un programa deportivo/del corazón
esférico. No he visto cómo terminaba pero durante una hora me entretuvo.
Se llama Punto Pelota. Asombroso.
El
tema central era la proclamada tristeza de Cristiano Ronaldo. Central y
extremo. No se trató asunto distinto. Los tertulianos eran una fuente
descarada de madridismo y antimadridismo. Parecía un debate televisado
de la Sexta: Rajoy contra Rubalcaba. La imparcialidad brilla por su
ausencia. La política comentada y el cotilleo futbolístico caminan
juntos en esta España del déficit, del desempleo y de la corrupción.
El
negocio de la salsa rosa traspasado al patadón a la tibia. Los colores
son fieras dominantes en esta selva del show audiovisual. Resulta que
Ronaldo está triste y todos se quieren llevar a la cazuela la verdadera
causa de su sentir. Desde luego, el marujeo no muere en los sálvames de
la cinco. Amplía sus fronteras al micromundo del deporte rey con
idéntico desdén por la fundamentación que las belenesesteban del
chismorreo.
Con
estos mimbres, qué clase de crisis vamos a superar si el pensamiento se
pierde en memeces de esta calaña. No se habla de técnica futbolística
ni de organización de los equipos ni dirección de los clubes ni de
economía deportiva. Nada. Si Cristiano está cabreado y si debe pedir
disculpas por sus declaraciones. Los representantes de la prensa
madrileña muestran un mayor nivel de objetividad que sus colegas
catalanes. Los primeros se atreven a criticar a la estrella del club de
la capital de España. Los segundos no osan pronunciar una sílaba que
moleste al fenómeno Messi. Al parecer, desde el Camp Nou, una gran voz
amenazadora pende como cuchillo sobre las gargantas y las plumas de los
opinadores de la región. Eso sí, para atacar al Madrid, barra libre. Al
Barça, loor y latría.
En
tanto la ciudadanía se distrae y se sofoca con estos disparates
dialécticos, se olvidan los problemas. La religión como opio del pueblo
era antes. El fútbol es el valium mil de la sociedad. Pues no hay gente
que vive de esto y para esto. Eso sí, para literatura, la del Marca y
para película de arte y ensayo, la redifusión del Punto Pelota. Qué
país.
Un saludo.
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