Sábado
preotoñal. Charla amistosa de amigos. Entre otros temas de
conversación, la polémica derecho a informar y derecho a la intimidad.
La nueva princesa del pueblo británico. De Diana a Kathy. En el medio de
dos mujeres, un hijo y un marido.
Celebro
la lectura del artículo del onubense José Antonio Gómez Marín en El
Mundo. Al respecto de las revistas del corazón, habla de alcahuetes. Qué
acierto en la elección del concepto. Propiedad del lenguaje se llama
eso.
Rosell,
Sandro. Presidente de una entidad que, dicen, es más que un club de
fútbol. Defenderá, dice, el derecho de los pueblos a elegir su futuro.
Excelente. De todos los pueblos. El del pueblo español, también.
Alcahuete es la persona que facilita amores ilícitos. Correividile que
traslada mensajes interesados por convenidos. Encubridor de afectos
comprados. Proxeneta de prostitutos/as políticos/as. Trotaconventos con
ropa y cuerpo de hombre.
Derecho de los pueblos, sí. De todos. El chisme como argumento hace de la lógica, cotilleo y del comunicador, celestino.
En
la España del nuestros días, la alcahuetería tiene carta de naturaleza
librera. La literatura se prostituye a textos de revistillas
amarillentas. La televisión, en manos de los manipuladores de instintos.
Cosas. Casos.
Paciencia.
Reformar la educación es una prioridad nacional. La educación. La
enseñanza y la instrucción son materias distintas. Algunos persiguen el
adiestramiento. No lleguemos a eso. Nos degradaríamos hasta extremos de
animales salvajes. Fieras. Alcahuetes sin escrúpulos.
Los derechos de unos terminan donde comienzan los derechos de otros. Respeto.
Un saludo.
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