Ando
preocupado. Qué digo ando. Corro. La ruptura de España me embarga. Echo
la vista a la historia de los siglos precedentes y me echo a temblar.
La primera y la segunda repúblicas tuvieron efectos calamitosos. Nada
tengo contra la república. Sí albergo temores para con ciertos
republicanos. Me llegan las malas ondas de los arietes de la
destrucción. La exhibición de banderas republicanas en manifestaciones
de cualquier índole señalan la presencia de sujetos con manifiestos
tintes totalitarios y fascistas.
Los
retos separatistas de Cataluña y del País Vasco sólo se contestan en
clave de solidaridad, de igualdad y de libertades. No caben traiciones a
la democracia. Y si alguien atenta contra sus instituciones, a mí,
Sabino, que los arrollo, que gritó Belauste. Un vasco erigido en totem
de la furia española. Manda güevos.
La
furia de España no se expresa, hoy día, en términos de prepotencia. Con
la ley en la mano derecha y los votos en la izquierda.
Si
Urkullu o Mas se atreven a ofender, muéstreseles el código. Y si
persisten en sus insultos, aplíqueseles la ley. Antes que la lengua se
les suelte y la pasividad les regale alas de gallinácea, evítenles el
batacazo. Es cuestión de una buena roja amparada en la garantía de la
constitución. Algunos zorros saben cuándo y cómo salir con la cola entre
las patas.
El
rechazo, por parte del Congreso, de la restitución de los derechos
históricos de Cataluña es un ejemplo de que la buena senda
constitucional frena al lobo que reside en algunos vúlpidos de la
política.
Ahora
toca practicar la jugada, estilo Guardiola, hasta dominar la técnica.
Ya verán como el secesionista no toca bola. Por ahí, si. El camino es el
señalado.
Un saludo.
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