Y
si Cuba es un país democrático, por qué la gente tiene miedo a hablar. Y
si no es una dictadura, a cuento de qué los cubanos toman las acuosas
de Villadiego. Que me lo expliquen. Cualquier excusa es buena para poner
mar por medio. Que se lo digan a dos actores de “una noche” que
aprovecharon la escala en Miami para despedirse a la francesa.
El
término comunista es tan hermoso como cruel. Compartir es la
exteriorización de una voluntad propia. Nunca la exigencia de una
disciplina ajena. En el primer caso, se configura como virtud. En el
segundo, se ordena como delito. El régimen castrista cubano se alinea en
esta última opción. Uno admite el derecho de igualdad como adjetivo que
especifica y califica a las libertades. Por ser iguales, podemos ser
libres. Al confundirse igualdad con uniformidad, la libertad se hunde en
las entrañas del infierno. Es el momento en que aflora el fascismo
represor.
Engels
fue un adelantado a su tiempo. Marx escribió una historia y Engels puso
suelo a la misma. Resultado de una conciencia falsa. Así definió a la
ideología. Falsa conciencia porque pretende encerrar la libertad de cada
individuo en la habitación del pánico donde se refugian las libertades
colectivas. Espíritu sereno que pareció prever el alcance de las
dictaduras de izquierda, desde la soviética de Lenin a la castrista de
Cuba pasando por el franquismo en España. Así, decía, cuando sea posible
hablar de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Muy cierto.
Le faltó concretar el Estado leviatán de Hobbes.
Las
izquierdas que en el mundo vegetan siguen pegadas a filosofías de
inmensa hondura y de superficial raigambre social. Persiguen el poder en
pos de la libertad y pierden ésta cuando alcanzan aquel. Eso sí, a
medida que las libertades teóricas crecen, las libertades prácticas
fenecen. Es el signo de los demagogos que prometen al pueblo la fuerza
que jamás les permitirán. Después llega la angustia y la prisión es la
casa del pueblo.
Aguardiente
para olvidar, cantinero. De Cuba. Los cómicos de Bardem, los actores de
la noria, la "progredumbre" de la salsa rosa, los llamazares
flamígeros, mercenarios de Castro rey. El pueblo padece el vértigo de la
insularidad y no dispone del jenjibre o de la biodramina contra el
mareo de su miedo. Los más desesperados dejan allí su vida y su hogar,
pero hallan fuera la libertad que da sentido a su existencia. Los
actores lo consiguieron.
Algún
día, no muy lejano, el tsunami democrático devolverá a Cuba su
dimensión de libertad. Y millones de cubanos podrán decir: a Cuba voy y
de Cuba vengo. Ojalá sea pronto.
Un saludo.
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