Cayo
Lara aspiraba a la presidencia del Gobierno de España. Pobre España.
Toda la teoría política del coordinador general de IU se condensa en la
concepción republicana del poder. Nada que ver con la democracia como
sistema. La monarquía parlamentaria española es un desastre si tenemos
en cuenta la opinión del señor Lara. La ha tomado con los tontos. Se
puede hablar, incluso, de una nueva figura de chascarrillos: el
tontilara, en honor a la prosapia intelectual de tan significado
indigente.
Este
caballero se ha preguntado en voz alta si tenemos que cargar con un
Jefe de Estado tonto. Muy listo el progre. No sé si listo de capirote
para rezar por su alma en exequias fúnebres o listo de remate de pactos
podridos en Andalucía o listo de nacimiento en su Castilla natal o listo
del bote para cobrarse los réditos de investir a Griñán como rey de los
EREs. El futuro Jefe del Estado nunca será lo tonto que listo se nos
antoja el ciudadano de Ciudad Real. Precisamente Ciudad Real, que a poco
que se le dé un margen de confianza, la denomina Ciudad Pública.
A
lo tonto, a lo tonto, el señor Lara, que nunca podría ser presidente
del Gobierno en un país democrático, se nos postula como Jefe del Estado
en una República bananera. Desde esa alta institución, don Cayo
actuaría a tontas y a locas, con el desorden propio de quien está
dispuesto a compartir los millones ajenos pero no a distribuir su pingüe
salario de parlamentario nacional. Cuando se le cuestiona al respecto,
se hace el tonto adoptando la apariencia de que no advierte el sentido
del requerimiento.
El
Jefe del Estado no podrá ser, en caso alguno, hombre, o mujer -que
sería tonta-, compañeros y compañeras, falto de entendimiento o de
razón, necio o incapaz. Puestos a malos presagios, basta echar la vista
atrás y recordar la honda sabiduría de su aliado Zapatero, campeón de
ruinas y líder de recesiones. Lo de Lara entra en el nivel de lo
desbaratado. Acaso por ello, si no se aprovecha del río revuelto por
estallido de minas de profundidad, quedará como un colipavo. Se muestra
dulce y pacífico hasta que al reunirse con otras parejas organiza
importantes alborotos.
Rafael
Alberti versificó un autorretrato burlesco. Decía así: “Por las calles,
¿quién aquél?/¡El tonto de Rafael!/Tontaina tonto del higo,/rodando por
las esquinas/bolas, bolindres y pamplinas/y pimientos que no digo./Mas
nunca falta un amigo/que le mendiguen un clavel/¿Quién es aquél?/¡El
tonto de Rafael!.Tontilara no es una autodefinición. Lo parece, pero no.
Listo y muy listo.
La
tontura de Lara es pillería de Cayo. Permítanme que parafraseee a Kant:
El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca. Los tontilara, ya
saben.
Un saludo.
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