La
juez Alaya -altior, fortior, citius- ha vuelto. Y cómo. No va a haber
sherpas para tan difícil escalada. Ni neumáticos para amortiguar la
caída.
Monsieur
Griñán mira al cielo e implora. Está metido en el lodazal de la
corrupción hasta las cachas. Por acción o por omisión. Eso de tapar el
sol con un dedo no deja de ser una frase ingeniosa. Pero describe la
situación absurda del que hace girar al mundo en derredor de su interés
personal. El corifeo mediático al servicio de la Junta saldrá al quite
con la manida consigna de la imagen de Andalucía. Qué de qué. La imagen
de nuestra tierra ha sido ensuciada por la caterva de golfos que han
robado a manos llenas, que han enchufado al ciento mil y a sus madres,
que ha convertido el derecho en un lupanar y se han ciscado en las leyes
que imponen la igualdad, el mérito y la capacidad.
La
Administración autonómica se ha convertido en el gran basurero de los
iscariotes de la decencia. La Junta está al acecho. Come y calla. De su
silencio depende, en gran parte, su burla a la justicia. Decía Plutarco
que la realeza puede ser un premio a la justicia pero no hay mayor
belleza que preferir la justicia a la realeza. Ignoraba el griego lo que
siglos después nos legaría Platón: la justicia no es sino la
conveniencia del fuerte. El fuerte es el Psoe. El partido marca las
normas como el tahúr los naipes.
En
momentos como el presente, lo mejor que pueden hacer los psoecialistas
de carnet en boca y guante en mano es no despegar los labios sino para
decir: ya basta. El regreso a prisión del exdirector general de Trabajo
no es la tapadera de la olla a presión. Javier Guerrero es el caldo de
ese recipiente que arde. Las pesquisas deben centrarse en los
ingredientes de la pringá y en los garbanzos negros del puchero. Y, por
encima de todo, en el ejército de cocineros que elaboran el menú de
corrupción de esta santa Andalucía que huele a cirio negro.
El
desvío de fondos públicos, la falta de diligencia y el paso por
chicuelinas de los procedimientos legales están en la base de esta
mafiosa red de politicastros infames. Yo sé de algunos sanitarios que
han visitado a enfermos y han cobrado durante años la dieta de visita y
el plus de productividad. Y qué. Que los enfermos estaban muertos. Desde
hacía tiempo. Años. Y así.
Confiemos en la montaña mágica. En esta ocasión, el escenario no es un centro para tuberculosos.
Un saludo.
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