Si,
al cabo de la película, las autonomías pasan a peor vida, amárrense que
vienen curvas. Si, al final del trayecto anticonstitucional, un golpe
de estado civil arranca las tripas a nuestra Carta Magna, apriétense los
cinturones que el golpe puede ser traumático. Si el aliento
secesionista se alimenta con el aire de los enfermos de pusilanimidad
malsana, agárrense al salvavidas porque la ola no distingue leyes de
ímpetus.
Hoy
se ha debido jugar el partido del siglo de esta primera vuelta de la
liga del presente curso. Barcelona recibe a Madrid. Cataluña aguarda a
Castilla. Independentistas cuentan las horas para que estalle la bronca.
El antifútbol prepara sus misiles contra el fútbol. El deporte abandona
su aspecto mercantil y se acoge a las enmiendas políticas más
bastardas. Millares de ciudadanos confían en el grito de Munch de las
gargantas para difundir su mensaje guerracivilista. El Barça ansía ser
más que un club y servir de trinchera al odio contra España. Su anhelo
puede ser una realidad.
En
esta estructura procesal, a falta de cordura y de sensatez en las filas
catalanistas, sería de agradecer la compostura y el seny de quienes
amando a su patria chica, se alinean con las tesis afectivas de su
patria grande. España no es Castilla por mucha que sea la influencia
histórica de este territorio. Castilla es España y Cataluña es España.
La ferocidad de algunos come de la pasividad de otros. Al desafío de los
matones, la respuesta moderada de los ciudadanos de bien. Frente a los
ataques a la legalidad, el cauce proporcionado de los cuerpos de
policía. En defensa de las libertades que disfrutamos, el uso
inteligente de las fuerzas de seguridad.
Entrar
al trapo de la corrida, un error. Las esteladas son tan españolas como
las banderas de Cuenca o de Oviedo. Lucirlas es una muestra de
patriotismo español. Dejemos que el estadio se llene de enseñas de papel
y de paño. Esos símbolos no matan. Las armas, sí. Olvidemos las
respuestas a las provocaciones zafias.
No
sé quién va a ganar el partido de esta tarde dominical. A mí me
gustaría que el Madrid ganase de penalty justo en el último minuto. A
uno de mis hijos, que golease el conjunto culé. Ya ven. Cuestión de
deseos. Deseos claros. Nada oscuros.
Por
cierto, que si alguna vez se modifica la Constitución y se rediseña un
Estado federalista, si la Huelva chiquita que me vio nacer no puede
alcanzar la categoría de cantón, como poco, que el Campo de Gibraltar se
convierta en territorio fronterizo. Por lo menos, así comprenderemos
que Gibraltar tiene actualidad y que los “llanitos” persiguen la
prosperidad económica que no tienen los linenses.
Un saludo.
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