Psicosis.
Algunos sujetos destapan el tarro de sus frustraciones sin apercibirse
de que su afección cancerígena provoca metástasis social. O mejor, sí se
aperciben. El odio que acumulan les degrada la razón pero subliman su
voluntad de asesinar.
El
sindicato de estudiantes ha movido los resortes y ha llenado el tanque
de gasolina del camión de la huelga. La movilización ha necesitado de
una intendencia que no se paga con los euros de la paga semanal de papá.
Se necesita mucho dinero para acometer esa iniciativa.
Los
desharrapados mentales que se han colocado al frente de las
manifestaciones callejeras son conscientes del poder mediático de sus
protestas. El derecho de huelga ha prevalecido sobre el derecho a la
educación. Lo peor no es la prioridad de uno sobre otro. La cuestión
radica en que el ejercicio del primero no supone un deterioro del
segundo. Si el derecho a la educación es acudir, o no, a las clases,
entonces podemos afirmar que el alumnado se ha visto privado de una de
sus libertades básicas. Sin embargo, si sopesamos la dimensión de la
calidad educativa en estos tres días de paro discente, se comprobará que
la educación no se ha resentido en absoluto. Del mismo modo que los
recortes en los presupuestos del área educativa no van a reducir un
gramo la masa del fracaso escolar.
Es
cuestión de análisis. Si la Junta disponía ayer de cien millones de
euros para educación y se comía el marrón y el desprestigio de que
treinta de cada cien alumnos suspendían curso y abandonaban los
estudios, a la vista de que los cien de ayer han adelgazado en los
setenta de hoy, el desastre educativo debería ser proporcional al
tijeretazo. Y no lo va a ser. Cómo que por qué. Porque siendo importante
el dinero en cualquier actividad humana, en épocas de penuria y de
restricciones, un buen sistema, sólidamente arquitrabado, descansa en la
calidad de los trabajadores y en la cooperación de los administrados.
Es el sistema el que falla, acaso porque nunca hubo sistema educativo
sino adoctrinamiento político y marketing partidista.
Considero
un error gravísimo atribuir a la juventud el estallido de broncas y de
asaltos. Sólo son imputables a unos cuantos. Los matacuras. Los
rompemuebles. Los asalta-radios. Los que se matriculan para calentar los
culos en las aceras soleadas. Los que hablan con palabras de otros y
del antier. He ahí el germen de la mala educación. Esta gente no tiene
respeto a nadie ni a nada porque sus padres no han querido/sabido/podido
instruirlos en esta virtud, porque los profesores no han tenido
recursos para llenar este vacío ético y porque la camarilla política
sigue enfangada en la idea de que una sociedad culta es un mundo
peligroso.
Los
matacuras son la cúspide de una pirámide que se cae de vieja pero que
se desmorona por la endeble calidad de sus materiales humanos. Los más
gritones y los más faltones. Los que hacen de la no educación su arma de
supervivencia. Matacuras.
Un saludo.
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