Muchas
cosas aplaudí de la política de Felipe González. Otras tantas
desprecié. Entre las que siempre compartí, la idea de una España
constitucional en la que la vieja idea socialista del federalismo
quedaba aparcada sine die. Pregunten al expresidente andaluz José
Rodríguez de la Borbolla sobre la bronca que le echó su amadísimo
Alfonso Guerra por pronunciarse sobre este tema. Las adherencias
políticas de uno y otro compañeros de gobierno eran, en verdad, la unión
física de dos personas que animaban a conquistar el poder y, una vez
logrado, se conjuraron para mantenerlo a perpetuidad. La coherencia
entre sus ideas y sus acciones brillaron, sin embargo, por su ausencia.
Nula conexión entre dicho y hecho.
La
coherencia y la verdad son procesos lógicos y éticos estrechamente
unidos. Filósofos ha que defienden la tesis de que una proposición es
verdadera, formalmente verdadera, cuando es coherente o consecuente con
las demás proposiciones del conocimiento. Esta teoría no es aplicable en
tecnología ni en política ni en ciencias del hecho porque siendo
necesaria la coherencia, se revela más que insuficiente. La coherencia
del señor Lenin no se expresa en unidades de verdad ideológica. Se mide
en magnitudes de dominación. De la revolución bolchevique de 1917 a la
realidad rusa de nueve años después, el impulso revolucionario se había
quedado en un manual de teóricos y en una excusa de los hombres y
mujeres de una izquierda perdida. Coherencia cero y adherencia toda.
Qué
es la verdad, se preguntó Pilatos ante el nazareno. La verdad es
adecuar el entendimiento a la cosa. La verdad es el sistema completo y
no sus partes. Nos sirve el postulado para las matemáticas y para la
lógica pero no es predicable de la física porque un sistema puede ser
coherente pero falso. Lleven la aporía a la historia y a la manipulación
actualizada de la política de esa historia. Al final de la calle, la
coherencia se transforma en adherencia. Yo me adhiero, tú te adhieres,
...
Buda
entendía la verdad como realidad. Fuera de ésta, no existe aquélla. La
verdad ha de ser sublime en tanto transida de nobleza y de bondad. El
sufrimiento es la base de la verdad. Las otras tres verdades pasan por
conocer el origen del mismo, su cesación y el camino a seguir para
lograr su detención.
Los
españoles estamos padeciendo las risas de ayer y las mentiras de sus
gobernantes. He ahí la verdad incuestionable. Conocemos el origen del
dolor y la necesidad perentoria de acabar con él. Nos falta la cuarta
gran verdad: la senda que se ha de recorrer para lograrlo. Mientras
buscamos la salida del dédalo, los leninistas bufos y los nacionalistas
de la caverna se empecinan en agregar nuevos obstáculos al laberinto de
infortunio.
Así,
no saldremos. Felipe puede decir trocherías en arameo. Defender la
unidad de España mediante calenturas federalistas es el signo inequívoco
de que el médico es un matasanos empedernido. Mucha adherencia al
asfalto de la buena vida personal y poca coherencia en la lucha por la
buena vida de los demás.
Señor
González: entre la OTAN y los GAL, su credibilidad anda en números
rojos. Como su partido. Como, en definitiva, nuestro país.
Un saludo.
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