El
ex ministro Sebastián, de la troupe zapateril, ha declarado en un
medio televisivo nacional que él se creía que… Se creía. No tenía
certeza y apuntaló su política en sus creencias. Es la fe del carbonero
cuando el carbonero está sucio por razones distintas al contacto con la
veta hullera. Se creía, qué risa marialuisa.
El
infantil Zapatero se rodeó de un gabinete de ineptos que cojeaban por
el norte, renqueaban por el sur, cobraban por el oriente y ponían el
cazo por el Atlántico. Preparados e inteligentes, casi ninguno. Listos,
todos. Pillos y sabihondos, a disputar el cetro. No se enteraron de la
crisis de 2006 ni de 2007 ni de 2008 ni de 2009. El albañil más modesto,
el arquitecto más solicitado, el director de banco más provinciano, el
distribuidor de materiales de construcción más neófito y todo el mundo
empresarial sabían, desde entonces, la debacle que se avecinaba. El
Gobierno de Zapatero seguía instalado en la nube de la vergüenza
profesional. Se creían.
Miguel
Sebastián, que iba de progre sin corbata, dice que él creía que la
banca española formaba un sistema financiero impecable, digno de encomio
y sujeto de admiración por sus colegas de otros países del mundo
mundial. Como Zapatero situaba a nuestro país en la liga de campeones,
el cómplice de la necedad mantenía el dedo mirando al sol. El ilustre
cabecilla de la estupidez gobernante no ha reparado en atribuir al
cacique imperial José Blanco, –Pepiño, el del caso Dorribo, ya me
entienden- la frase de “con los bancos hay que tener paciencia
infinita”. De esta manera, el esclarecido prócer psoecialista se
contradice. Cómo va a creerse la grandeza de la banca española si
estaba alertado por la superioridad de lo que había que hacer/decir
sobre nuestro sistema financiero.
Se
creía. En ninguna empresa que se precie, un directivo puede actuar en
base a lo que él se cree. O fundamenta sus decisiones en hechos y
derechos indiscutidos o lo ponen en la calle al menor atisbo de
intuición malograda. Ya en 2009, el señor Sebastián refería en el mismo
medio que la banca “ha sido la causante de la crisis” y que “al gobierno
se le está acabando la paciencia con la banca”. Tipos con este rostro
los habrá por miles. Ministros con este descaro, sólo unos pocos. La
mayoría formaba parte del holding político de Zapatero. No es
casualidad. Su compromiso de distribuir veinte millones de bombillas
dentro de su plan de ahorro energético constituye una oda desgraciada al
desgobierno de España. Bombillas apagadas e inservibles. Una metáfora
en toda regla.
Miguel
Sebastián me recuerda a algunos mitómanos. Miente tan compulsivamente
que llega a creerse sus propias mentiras. No es un mentiroso normal.
Trata de impresionar. El problema no se instala sólo en la falsedad. No.
El problema reside en que la falsedad invita a pensar que el embuste
declarado es de más nefastas consecuencias que el que intenta ocultar.
Se
creía. Sin embargo, millones de españoles estábamos convencidos del
desastre. Y el desastre llegó. No es que nos lo creamos o no. Es que
vivimos bajo los efectos de esa hecatombe propiciada por ministros como
Sebastián y presidentes como Zapatero. Para llorar.
Un saludo.
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