Moragas, Guerra y Viera. Diputados con escaño. Parloteadores de pasillo. Silentes de hemiciclo.
La
democracia se empobrece a medida que en vez de parlamentar, se
enmudece. Los tres congresistas callan como pobres y cobran como ricos.
Principitos de lujo en un mundo plebeyo. Demócratas de piñón. Burgueses
de bolsillo. De izquierdas o de derechas, la cámara baja es refugio de
desocupados que representan lo más zafio de una sociedad que se derrumba
víctima del peso del maldito desempleo y de la mala calidad de sus
materiales de construcción.
Ni
una intervencón ni una iniciativa en toda la legislatura. Ahí están
viendo pasar el tiempo. Como la puerta de Alcalá pero sin arte ni
historia.
Callandones
ellos y pasota un pueblo que, en vez de denunciar ante los tribunales,
se apoltrona frente al televisor o se violenta en calles y plazas entre
movimientos pintorescos de patio de colegio.
Los
recortes que sufrimos los ciudadanos de a pie son convolutos llenos de
billetes en los diputados de altar. Viven a cuerpo de rey, viajan a
precio de busines y comen langosta y bogavante como entremés de
empresario.
Llevan
la tira en su machito indecente. Hasta que su silencio deje de
beneficiar. Si alguna vez tuvieron oficio, habrán olvidado su actividad.
Ellos no se rozan con la clase votante. Pertenecen al privilegiado
escalafón de los elegidos.
Se
lo permiten y ellos, listos, aprovechan la dádiva. Total, todo se apura
en la docilidad al líder y en la satisfacción del partido.
Después
se preguntan por qué los políticos gozan de tan mala fama. Mejor que se
muerdan la lengua. No sea que, como la tortuga de la leyenda
hindú,quieran hablar y, al abrir la boca, se peguen el tortazo.
Menudos valores estamos enseñando a los chavales.
Un saludo.
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