Rosa
Díez ha pedido al presidente del Congreso que los sueldos de los
diputados se desglosen en la página web de la Cámara. El señor Posada se
ha negado a ello. Objeta la inexistencia de precepto legal que obligue a
ello. Una pena la respuesta. Don Jesús ha perdido una oportunidad
inmejorable de dotar de un poco de transparencia a la gestión de los
políticos. La clave de la petición es el desglose completo de los
sueldos. O sea, la referencia de cada uno de los conceptos de la nómina
mensual.
Cualquier
obstáculo a la limpieza democrática supone un aldabonazo más en la
sinconciencia del sistema de los mal llamados padres de la patria. Es
verdad que no existe norma que obligue a manifestar el detalle mínimo de
la pasta gansa que se llevan a casa los congresistas. Mas por encima de
esa verdad, está la moral. El principio que ajusta la palabra a los
actos propios. El que persigue esconder, descubre su crimen en la
carrera por el intento. Por qué si la señora que lidera Unión, Progreso y
Democracia publica su nómina por extensión y comprensión, no lo hacen
Rajoy o el ínclito Alfonso Guerra o el popular Moragas o el exconsejero
Viera.
De
dónde viene la erisipela por asunto tan trivial en el caso de los
funcionarios o de los trabajadores de empresas privadas. Las redes
sociales se cuestionarán la urdimbre de opacidad tejida en torno a tema
tan acuciante en un país que castiga a seis millones de parados y a
miles de desahuciados. Los ciudadanos nos cocemos en la indignación de
tamaño ocultismo. Qué grupos se muestran especialmente reacios a la
exposición de sus sueldos mensuales. Señálese a los diputados que se
significan en la oscuridad de la caverna. Entenderemos que no todos los
políticos son iguales y que los hay merecedores de ser rescatados del
saco de la vergüenza.
Posada,
don Jesús, deberá buscarse una estrategia más convincente para
enrocarse en su torre prestada. La que lanza a los ruedos de la intriga
antidemocrática, es carburante que enciende la hoguera de las golferías.
Así no, señor presidente del Congreso. Así no. La casta política está
cavando su propia tumba una vez suicidada la credibilidad de sus
componentes electos. Si la democracia muere no será a causa de los
fascistas. En absoluto. La defunción vendrá firmada por aquellos que
convirtieron la honorabilidad de las Cortes, de sus dos Cámaras, en una
covacha de canallas disolutos que despreciaron los derechos del pueblo y
que, en lugar de cooperar en la asepsia del sistema, potenciaron su
destrucción.
Obligación
moral, señor Posada, obligación moral. Si en la fábrica de la ley,
faltan normas de confianza, qué clase de fábrica es esa. Señor Posada.
Un saludo.
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