El
asunto de las cesantías vuelve a cobrar actualidad. Carlos Dívar,
expresidente del Tribunal Supremo y del Consejo general del Poder
Judicial, aireó el concepto en la medida que reclamó una indemnización
tras abandonar sus cargos institucionales después de dos años de
gestión. Se trata de un asunto legal. Las normas dan derecho a que altos
cargos públicos cesados/destituidos puedan cobrar, durante 24 meses, el
80% de la retribución que percibían. La dureza de la ley es soportada
por el universo de curritos. La blanda molicie de la misma acompaña los
dulces sueños de la élite.
El
legislativo hace de las suyas. Normas como las presentes nos cuestan un
ojo de la cara. Los contribuyentes tenemos que pagar el sueldo al cargo
entrante y, además, recompensar al saliente con un pastón. Lo de
siempre. Ley del embudo. Lo estrecho para el común, para la muchedumbre.
Alejandro
Dumas puso en boca de uno de sus personajes la expresión “vientos de
Fronda”. Constituía la expresión verbal de un pueblo indignado contra
los estamentos dominantes de la Francia del Diecisiete. Los movimientos
insurreccionales de la Fronda marcaron la regencia de Ana de Austria y
la minoría de edad de Luis XIV, el Rey Sol. Los sublevados parisinos
portaban hondas o tirachinas, de ahí la "fronde", para levantarse en
defensa de su derecho a la supervivencia frente a los poderosos que les
sojuzgaban.Ni siquiera eran ciudadanos. Simples súbditos. Y pese a
ello, orgullo.
Hoy,
los vientos de Fronda amenazan. Una crisis como la presente demanda
medidas más distributivas que las emprendidas. Los individuos al frente
de instituciones nacionales, autonómicas, provinciales o locales no
pueden seguir encaramados como subvencionados gorilas en la niebla en la
copa de sus árboles inalcanzables. Basta recordar la sublevación de los
mineros asturianos en pleno auge del franquismo. Los ciudadanos no
podemos contemplar impasibles como se marcha la vida ni como se viene la
muerte tan callando, que diría Jorge Manrique. La actual situación de
abuso por parte de las organizaciones políticas, empresariales,
sindicales y financieras no puede prolongarse un minuto más. Hay que
cortarla de raíz.
En
este sentido, las cesantías. Me duelen las excusas del señor Castro,
parlamentario de la Izquierda Unida de Valderas en Andalucía. Supedita
la iniciativa de su partido a eliminar las cesantías a la presentación
de una moción similar por parte del PP en el Congreso de Diputados. La
lógica de este político se incardina en la falsa ideología de los
burgueses que aman las libertades siempre que sus derechos particulares
no se vean afectados. Se necesita ser cretino y/o demagogo para lanzar
mensajes de esta laya. Mientras la discusión bizantina se acomoda en el
seno de esta casta, los de siempre arriba y los de abajo siempre. No
hay izquierdas ni derechas en esta partitocracia antidemocrática. Hay
sujetos privilegiados y vulgo canalla.
Si
tuvieran, derechas e izquierdas, un poco de respeto al pueblo, ni
cesantías ni leches. Ni privilegios ni prebendas. Respeto. Que no
existe. Y, sobre todo, más predicable de los popes de la izquierda
siniestra que hablan mucho de igualdad y de solidaridad y sólo cogen la
fronda cuando el bolsillo, su bolsillo, se vacía. A partir de esa
coyuntura, qué digo vientos, vendavales.
Así nos luce el pelo, el poquito que podemos conservar.
Un saludo.
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