A
la hora de escribir el artículo, desconozco la sentencia. Puedo decir
que, en mi vida, había contemplado un episodio tan bajuno. Pocas veces
he sentido mayor vergüenza por la actitud de un colega y por la
respuesta de un juez. Se puede decir que he asistido a una riña verbal
de una vulgaridad insultante. El letrado reclama y el juez admite o
rechaza, es correcto. Lo que sale del cauce es que el abogado utilice su
móvil en plena Vista y el magistrado le ordene apagarlo al cabo de los
minutos. Lo que chorrea es que, a continuación, el letrado,
impertérrito, utilice el artefacto para enviar mensajes escritos. En
tanto, el juez como si no lo advirtiera. Que la justicia está
prostituida por los chulos de un sistema pervertido, no lo duda nadie.
Especialmente quienes formamos partes del tinglado abogacial. Y la mala
praxis no termina con el año.
Los
jueces y fiscales se echan a la calle contra la gallardonesca ley de
tazas/tasas. Los colegios de abogados de toda España se suman a las
manifestaciones de rechazo y de repulsa. Los funcionarios judiciales
claman y braman por su deficitario status profesional. Todos tenemos
razones y pocos ejercemos medidas distintas a las del alboroto. Uno
entiende que el colectivo de profesionales de la construcción o de la
sanidad o de los profesores o el que sea, lance en las calles su
indignación. Carece de medios y recursos para respuesta diferente. Pero
el estamento de la justicia, por favor. Pleitos, señores y señoras,
pleitos. Litiguen por iniciativa propia. Recurran donde competa. Cómo es
posible que en casa del herrero, cuchillo de palo. En vez de mostrarse
públicamente en las fachadas de las audiencias provinciales, utilicen
las demandas para frenar la imparable ola de descontentos que nos ahoga.
Y
los abogados… En el Colegio de Madrid, el espectáculo ha sido
bochornoso. La abogacía madrileña ha escrito una página que no debería
borrarse ni olvidarse. Debe formar parte de los anales de la infamia
profesional de unas personas que han hecho de la ley su oficio y de la
ética su estandarte. Qué leches. El nombramiento de un Decano concita
vísceras inimaginables en el común de los españoles. Cómo sería el
tinglado, el circo, el esperpento, que ocho de los catorce candidatos a
la poltrona madrileña solicitaron la nulidad de las actuaciones ante
las sospechas de irregularidades. Las aguas de la sinrazón se
encresparon hasta que intervino la policía nacional a serenar la
corriente. El fraude electoral era la expresión que corría de lengua en
lengua y secaba las gargantas.
Fraude
o estafa. Al cabo, muchos profesionales de la abogacía estamos inmersos
en las maldades del sistema que hemos alimentado. Nos hemos aliado con
las aseguradoras a fin de mostrar las maniobras de algunos tomadores
falsarios y nos hemos compinchado con ellas para evitar el pago a
asegurados honrados. Hemos puesto en la calle a narcos y violadores y
hemos dejado que gente inocente se pudra con sus huesos en la cárcel. A
quién extraña la vergonzoza jornada electoral de los madriles.
Criticaremos
que la justicia es un cachondeo. Pero ni desde fuera ni desde dentro
hacemos lo que deberíamos para otorgarle la seriedad que su impartición
exige. Podemos repudiar la ley de tazas/tasas pero Gallardón no tiene la
culpa de que miles de legajos sepulten las oficinas judiciales ni del
pucherazo del colegio de abogados ni de que el letrado se pitorree de la
juez y de la administración de justicia en plena sesión de una Vista.
Justicia prostituida. Prostijusticia.
Un saludo.
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