El
gran Garcilaso de la Vega, maestro del lenguaje, gustaba del epíteto y
de su placer por este calificativo nos dejó muestras maravillosas. Lean
la que sigue: “Por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio
y colorada rosa y dulce primavera deseaba...”. El epíteto es una figura
retórica. Utiliza adjetivos que no aportan información pero acentúan el
significado del sustantivo. Los escritores renacentistas se aplicaron
en el mismo.
Las
mujeres progresistas. Epíteto clásico porque las féminas siempre van
más allá de la quietud o del estancamiento. No importa su vestimenta ni
su arraigo a las tradiciones. Ellas traspasan límites de avance
prohibidos, muchas veces, a los varones. El problema surge cuando
algunos listos y listas, socios y socias, se apoderan de la realidad de
todos y la reducen a un refugio de unos cuantos y cuantas. Me echo a
temblar cuando me hablan de federaciones de mujeres progresistas o de
oenegés del feminismo militante. Y tiemblo porque, detrás de la cartela
propagandística, crece un bichito parasitario. En nombre de la mujer
levantan una bandera de colores chillones como si la carrera por los
derechos tuviera que diseñarse con cromatismos efectistas. En la
trastienda de estos movimientos feminoides, el partido que se dice de
izquierdas o la facción sindical que manifiesta, cínica, defender las
libertades de las señoras.
La
Federación de Mujeres Progresistas de Andalucía es una organización tan
cercana al Psoe como la Fundación Pablo Iglesias. Zapatero y Griñán,
todo queda en casa, regaron al grupo con una lluvia de millones. Y, pese
a ello, la entidad se halla en quiebra. Acumula una deuda próxima a los
quinientos millones de pesetas. Uno se pregunta qué puñetas habrán
hecho los/las gestores/as de la camarilla para cavar un tan negro y
nauseabundo agujero. O mejor, qué no habrán hecho. A quiénes se ha
estado subvencionando con dinero público para justificar este derroche.
Cómo se va a explicar a las miles de mujeres trabajadoras que sufren en
la recogida de la fresa, en el frio de sus labores de hogar, en el
desamparo del servicio doméstico o en la tortura del desempleo, que la
federación de narices se ha fundido ese dineral.
Las
mujeres progresistas son como las mujeres perfectas. Por definición.
Huelga ese epíteto ramplón con ribetes de cantos de sirena varada. Las
mujeres progresistas son todas las que nos enseñan a los hombres cómo se
administra una casa, una empresa o una finca. Las que saben el oficio
externo y dominan el interno. Las que ponen su alma y su conciencia en
el detalle más cuidado de su actividad. Las que frenan los gastos a
nivel de los ingresos. Las que presentan contabilidades precisas de
haber y deber. Las que honran a su sexo y al ajeno. He ahí el progreso.
Las
deudas de esta Federación de Mujeres de Andalucía nos revelan que como
mucho son “progres” de bote. Bajo las capas de tinte artificial se
oculta la verdadera cabeza loca del regreso, de la regresión, de la
involución, de la mentira, de las hidras malvadas, de la ambición y de
la avaricia, de la insuficiencia y del error contumaces.
No
es por casualidad que la presidente de este colectivo de mujeres sea
esposa del ex alcalde de la bella Carmona. Que de qué partido. Del Pp,
no. Ni de Izquierda Unida. Adivina, adivinanza. Alguien se ha llevado la
pasta sin tiempo a cocerla.
Un saludo.
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