Moliner
es presidente del Consejo General del Poder Judicial. Una excelencia
apuntada a las cesantías. Un respetabilísimo alto cargo del Estado
amante de la buena imagen y no sé si de la buena mesa. Un
inconmensurable miembro de la comunidad que cuida mucho la imagen. La
suya o la de la institución. A debatir.
Lo
cierto es que el esclarecido señor se ha dejado caer con una
declaraciones dignas de estudio de personalidad. El hombre se ha
lamentado de tener que viajar en clase turista porque, a su juicio, un
presidente del Tribunal Supremo no ofrece su mejor imagen si viaja en el
mismo compartimento que la inmensa mayoría de los ciudadanos que pueden
desplazarse en avión. Ni les digo de los que se trasladan desde Huelva a
Madrid en un "socibús" a veinte euros la ida. Cosas veredes, amigo
Sancho.
El
sucesor de Carlos Dívar no volaría en las low cost ni borracho. Salvo
que tenga que pagar de su bolsillo. Es que un presidente lo es desde que
se levanta hasta que se acuesta. Y tanto. Y un currito también. Y no
tiene privilegios ni mandangas. Pero bueno, si el hombre no quiere
proximidades con el pueblo viajero, o bien que no viaje o que pague la
demasía con el espléndido sueldo que recibe y que, con este requisito,
se hospede en el mejor hotel de cada ciudad. Así, evita roces con el
vulgo.
No
sé a ustedes, amigos lectores, pero a servidor le causa vergüenza
ajena. Viva el lujo y el que lo trujo. No hay peor ciego que el que no
quiere ver. En el caso de su imagen, la maldad no se circunscribe a la
clase turista, sino a las manifestaciones vertidas. La reina de España
viajó no hace mucho en una aerolínea de bajo coste y de peores
referencias. No cargó un euro de más al contribuyente. La reina tiene
una imagen que ya quisieran.
Lo
malo del tema, señor Moliner, es querer aparentar más de lo que se es y
esforzarse en estar por encima de lo que la prudencia aconseja. La
dignidad de una persona y de una institución como la judicial no viene
dada por un asiento ni por una cartela. La dignidad es la autoridad. Y
la autoridad se expresa en el ejemplo que damos a los demás por la
coherencia de nuestros actos.
Si
usted no da ejemplo en sus apariciones externas, qué habremos de pensar
acerca de sus actividades internas como responsable del tercer poder de
una democracia. Ahora, eso sí, si quiere ponerse a la altura del
presidente del Ejecutivo, ya sabe, preséntese a las elecciones y
dedíquese a la política en toda su extensión.
Mientras
tanto, no nos avergüence con estos desaires a los que tenemos la suerte
de viajar en clase turista ni eche en cara a quienes por no tener, ni
para comer. Venga ya.
Un saludo.
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