De
nuevo los premios Goya. Demasiado nombre para tan escasos apellidos. El
genio de la pintura no tiene asimilados en el cine. Ni de broma. Ni los
caprichos ni los disparates. Cuánto menos los retratos.
A
los cómicos de la legua, más literatos que los academicos de la lengua y
más intelectuales que nadie, les gusta la marcheta. Contra el gobierno
de la derecha, todo está permitido. Los comprometidos con el pueblo pero
que ni comen ni visten ni viven como el pueblo, se relamen en su día de
gloria, efímera como su talento, cortito.
Como
de cine saben poco, la política guiará sus pasos en la gala. Infelices.
Para llamar la atención, las películas no tienen espectadores. Les
queda el telediario y el informe semanal, la noria y tres programas
basura de la sexta o de la cinco.
Se enganchan en la rueda de la subvención y producen menos que Bárcenas, el de los sobrecitos.
Confío
en que el acto de entrega de premios discurra conforme a normas de
pacífica cortesía y no acorde a reglas de indignados comisionados por
los de Rubalcaba y los suyos.
Cuestión de horas para salir de dudas.
Un saludo.
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