Me
parece mentira. Maribel Verdú es una actriz admirable. En algunas
películas ha realizado interpretaciones excepcionales. Con momentos
únicos. Me parece mentira.
Maribel
Verdú, como tantos otros compañeros de bambalinas y focos, se lanza a
la piscina llena con la sangre de los españoles pobres. Y claro, flota.
Se erige sin rubor en paladín paladina de los desahuciados. De esta
manera, logra su mejor papel. La Gala de los Goya va a consagrar a esta
fenomenal artista. Su representación, sublime. Su sentido de la
declamación, memorable. Su indumentaria, sencilla, propia de los tiempos
de crisis. Ideal para compartir pancarta y calzada con manifestantes.
Maravilla de mujer.
Los
gestos de su cara denotan su cualidad de eximia mariaguerrero o de
incomparable margaritaxirgu. Una cosa. No se le cayeron los anillos al
pronunciar su discurso de mujer agustinadearagón. Al frente de la tropa
de cineastas, levantó su copa y brindó por la paz, la prosperidad y la
buena vida. La suya, desde luego. Y la de sus compañeros cómicos.
Desconocía
su faceta de vendedoras de enciclopedias y de hipotecas. Me quedo con
esta última. Doña Maribel Verdú apostata, de súbito, de su cercanía a la
gran banca y, afligida cual Magdalena impenitente, se rasga las
vestiduras y nos muestra su cuerpo desnudo bañado en oro. Momento
mágico. La Verdú en cueros supera cualquier espectáculo. El oro de la
hipoteca de los bancos cubre su arquitectura carnal. Su estilo sutil y
sibilino obró el milagro. Consiguió lo que otros ambicionaron pero nunca
alcanzaron. Convenció a miles de españolitos de a pie a endeudarse
hasta las sienes. Los aplausos por la gesta resuenan aún en los reales
de la capital y de las provincias.
Hipotecas
Verdú. A por ellas. Están respaldadas por la gran Maribel. A por ellas.
Los afectados por la publicitaria gritan contra los bancos. Inocentes.
Los bancos son los padrinos. Entre las muchas novias y novios, la Verdú
es la primera. Diríjanse a la moza. Pídanle explicaciones. Cómo se
atreve la señora a poner en su boca de marfileños dientes las frases
revolucionarias de todos a las barricadas. Ni que perteneciera a la
estirpe Bardem o Almodóvar, pobrecitos de solemnidad que comparten sus
pocos cuartos con el vulgo menesteroso.
A
por ella. Por la Verdú. La gran vendedora de hipotecas a desahuciados
cinéfilos. A por ella. Que viva ella y que siga viviendo de sus ventas.
Un saludo.
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