Las
referencias periodísticas sobre movimientos internos en los partidos
políticos me hacen maldita la gracia. Ya sé que el mensajero se hace eco
de lo que ocurre en el entorno mediático y, a fuer de rellenar
espacios, reescriben la historia del dedal de madera. Se crea una
expectativa de cambio que despierta emociones sinceras que duran lo que
un globo de feria cuando se desprende de la mano de un niño.
Las
listas abiertas, la modificación de la ley electoral y tantas otras
propuestas de regeneración son como pompas de jabón. Efímeras en el
aire, provocan resbalones cuando se precipitan al suelo. La pluralidad
democrática se encauza en los partidos políticos. Por fortuna. La
desgracia adviene, sin embargo, cuando esas organizaciones toman tal
fuerza que rompen su molde y, conscientes de su poder, abandonan el
sentir de las mayorías y se enrocan en la influencia decisiva de sus
cúpulas dirigentes. Con lo cual, en vez de cracia, gogia y en vez de
demos, aristos.
Salta
la noticia, mil veces difundida, de que la Izquierda Unida de Valderas
quiere retornar a su origen asambleario. Allá por junio, cuando los
calores del estío comiencen a sofocar los cuerpos y a explosionar los ya
caldeados ánimos de algunos decepcionados por la coalición, algún
avisado ordena colocar aparatos de aire acondicionado para temperar los
sofocos. Como en Qatar.
Pero
de qué hablan. Quién va a creer que la dirigencia de IU va a romper el
acuerdo chollo firmado con el Psoe de Griñán, el de los EREs. La hoja de
ruta que suscribieron no vale el papel en que se acuñó. El
incumplimiento de las medidas pactadas estaba más previstas que las
ayudas a los bancos manirrotos. La desnaturalización de las izquierdas
forma parte del bosque en que se pierden, a conciencia, los mandamases
que acceden a una esfera de cargos públicos bien remunerados. Entre el
follaje de jara y arbustos varios, las ideologías echan la siesta de los
injustos. La coherencia es un valor a extinguir en esta partitocracia
que nos ahoga como una neofórmula dictatorial.
La
política se ha convertido en una profesión bien pagada y mejor servida.
Decenas de años subidos a los Ferraris del ordeno y mando crean una
dependencia que no se supera con metadona ni con química alguna. La
Asamblea dirá en verano lo que quiera. Yo me adelanto, sin hacer gala de
augur, y apuesto a que las cosas seguirán como están, muy mal, porque
en Izquierda Unida no hay más voluntad que la de Valderas. Y la de
quienes, como don Diego, se reparten las instituciones, cobran pingües
sueldos, enchufan a sus allegados, se sacuden los recortes, regatean al
desempleo y lucen las sayas del uniforme sincorbatista.
A
vivir, que son dos días. Luego, sus discursos ocultarán sus hechos.
Podredumbre. Qué más quisiera yo que IU fuera izquierda, aunque esté
desunida.
Un saludo.
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