Por
donde quiera que vayas, el hedor invade las calles. Y no es por las
huelgas sucesivas de los empleados municipales de limpieza. El mal olor
tiene raíces más profundas. Sus efluvios no enferman a las pituitarias
sino que tocan directamente a las narices. Se trata de las poluciones
integrales de una parte de la casta política que consejos vende que para
sí no quiere.
Cuando
estábamos a punto de doblar la última hoja del calendario del pasado
año, don Felipe González renunció a su cargo de presidente del Consejo
de Participación “Doñana”, en el que si se distinguió por algo fue por
los novillos, lo cual dicho de este paraíso terrenal de Huelva, queda
muy bien. La gente se preguntaba qué había picado al expresidente
socialista a aceptar esa altísima dignidad institucional. Los bien
pensados consideraban que el sevillano lanzaba guiños a los ecologistas.
Los mejor informados se maliciaban de una treta política a fin de
permitir que la serpiente de crudo atravesara la provincia desde Badajoz
a Huelva. Los más listos de la clase, entre los que no me incluyo,
dieron en la diana cuando aseguraban que este hombre era un entusiasta
de las estrategias de distracción. Y acertaron. Hasta qué punto.
Don
Felipe es un consejero distinguido y, si no yerro, accionista, de una
importante empresa española, Gas Natural, líder en el mercado de
distribución español. Las casualidades/causalidades de la vida nos
traen el parto de las dunas almonteñas. A un mes de distancia de su
dimisión, el señor González vuelve a la palestra de la influencia porque
su empresa ha recibido el nihil obstat del Gobierno de Rajoy y del
Ministerio de Cañete para convertir gran parte del espacio natural del
Parque en una especie de almacén de hidrocarburos. El hombre que amaba
los caballos no tenía tiempo, argumentó en su calculada defección, para
seguir presidiendo el susodicho Consejo. Pobre. Cuántas ocupaciones y
qué ejemplo de desinterés económico más interesado.
Mientras
tanto, y una vez más, se regatean las leyes, se fintan los principios,
se defrauda al personal. Tan progresistas son los políticos y tan
intenso su amor por la naturaleza, que si es cierta la consecuencia de
intervención de los gases expelidos por los dinosaurios, va a ser un
simple resfriado con lo que nos deparará una fuga del material
conservado por la empresa del sector. Así anda mi homónimo Francisco
Velasco, director de explotación y producción de Fenosa, metamorfoseando
lo que sea menester, desde la legislación hasta la declaración de
impacto ambiental. Qué vida.
El
conseguidor/muñidor se apunta un gran tanto. Es el Mesi/Cristiano de la
política española. Aquel abogado marxista de su juventud queda lejos.
Sus principios han devenido finales. Las arenas, lodos. El pueblo, masa.
La democracia, poder. Los valores, dinero. Qué lujo de persona. De
joven, quisiera ser otra vez yo. No sea que los gases señalen por donde
pasan algunos.
Un saludo.
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