Golazo
por la escuadra en el último minuto. Sin necesidad de penalti injusto
el último segundo de la prórroga. El Partido Popular puede ganar un
partido que tenía más perdido que el barco del arroz. El partido del
pueblo se juega en el Parlamento y no en la casa de Rubalcaba. La
decisión de Rajoy de admitir a trámite la iniciativa popular para
regular la dación en pago y paralizar los desahucios es un acierto, un
pleno al quince.
El
movimiento ciudadano se ha nutrido de corrientes diversas que han
convergido en una llamada a la sensatez y al cambio de estructuras
oligárquicas. La seguridad jurídica es posible cuando se garantiza la
tranquilidad social. El problema del paro ha generado una solución de
solidaridad ciudadana impensable en épocas de malabarismos financieros y
de neones artificiosos. La Constitución se vivifica con acciones de
este tipo.
La
iniciativa popular, unida a las presiones institucionales ha conseguido
otro éxito en un mismo día. Gallardón se ha bajado el termómetro de la
arrogancia y se ha metido su soberbia entre los cromosomas de su
ambición. El escándalo de las tasas judiciales se ha reducido a
categoría de cabreo. Algo es algo. En vez de diez, será cinco o seis. A
la baja, como los salarios o las libertades o las rentas disponibles o
la calidad de la enseñanza o las atenciones sanitarias.
El
tercer éxito de la jornada, día feliz entre tanto tiempo aciago, nos
los proporciona el Tribunal Supremo. La Sala de lo Contencioso se ha
cargado el indulto que el señor Zapatero, modelo de psoecialismo y
ejemplo perverso de lo que el socialismo ha de ser, concedió al banquero
Alfredo Sáenz. El indulto del poderoso caballero don dinero fue un
exceso. El Gobierno carece de potestad para suprimir los antecedentes
penales de nadie.
Queda
mucho por hacer. Si a Bárcenas se le coloca en su sitio y a Rajoy se le
inocula la virtud del coraje, la iniciativa popular nos regalará
hermosas prendas democráticas. Me relamo de gusto sólo con pensarlo. Que
así siga.
Un saludo.
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