Leo
la noticia en un diario digital. En la España del post-aznarismo, las
serpientes se vuelven hidras y las lenguas destilan veneno mortal. La
corrupción se viste con tela de calidades diversas. Si malo el político
que se llena el bolsillo, peor el juez que hace gala de su potestad y
nefando el fiscal que escarba en según qué estercoleros.
Un
juez de la jurisdicción social ha hecho acto de presencia intimidadora
en la política del PP. El hombre se dirigía a su domicilio y entendía
que la única forma posible de acceder a su vivienda era pasar por la
madrileña calle Génova. Lo mismo era su recorrido habitual y el señor
gustaba de besarse diariamente con su rutina. El problema es que en esa
calle, el PP tiene su sede central y la misma, como suele ser habitual,
estaba tomada por la policía que evitaba que los manifestantes de
guardia, emisarios del esperpento partidista de la dizque izquierda de
Serrano, se aglomeraran en torno al edificio.
Pero
cómo se atreve la policía a impedir a un altísimo magistrado español a
deambular por donde le salga de la toga y le entre por las puñetas. Esta
policía no es democrática, mecaschis. El juez, al menos el protagonista
de la historia, es un ser superior al que no cabe aplicar la norma que
rige para el común. Su autoridad no puede ser cuestionada por unos
funcionarillos del tres al cuarto a los que se recortan sus ingresos.
Esa policía defiende al PP, exclama colérico el miembro del sanedrín
judicial. Sin embargo, su ilustrísima, no. Como poco se posiciona junto a
los adversarios políticos e ideológicos del Gobierno de la Nación. Y
avisa a los agentes que quiere su identificación. Se van a enterar,
parece que masculló el distinguido caballero. Menudos prepotentes,
suspiró mientras se erguía majestuoso sobre el pedestal de su rango. Los
ciudadanos no pueden atravesar Génova en momento puntual. El humilde
juez, sí. El juez es modesto, sencillo, asequible. Los agentes, una
panda de soberbios. A pesar de que les mostró su carnet profesional, los
guripas se mantuvieron en su sitio. A dónde vamos a legar si los
policías tratan por igual a todos.
Me
pregunto qué sentenciará este ser extraordinario cuando los
destinatarios de sus resoluciones respiren derechas o izquierdas o
muestren signo alguno de superioridad económica. Me cuestiono si este
esclarecido prohombre ha leído a Montesquieu o su conocimiento
constitucional proviene de las declaraciones de Alfonso Guerra. Eso sí,
que empapele a los números de los cuerpos y fuerzas de seguridad que
osaron contrariarlo. Por encima de este juez, nadie, ni dios. Vivir para
ver. A este paso, los juzgadores pretenderán imponerse sobre el
Ejecutivo y el legislativo, de similar forma a como Gallardón quiere
maniatar al poder judicial. Qué espectáculo. Vivir para ver.
Un saludo.
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