Hoy,
Cataluña. Mañana, País Vasco. Más tarde, la tierra mediterránea y toma
su relevo el paisaje cantábrico. Así una y otra vez. Hasta el infinito.
Es la grandeza de la libertad de expresión fruto del Estado de derecho
que España es.
El
nuevo lehendakari del gobierno de Euskadi es el peneuvista Urkullu. La
fuerza política emergente en aquella Administración pública es Bildu,
que incluye a un sinfín de simpatizantes de la banda etarra. El
nacionalismo adquiere una fuerza inusitada aunque no sorprendente. Se
veía venir. Y en su afán de expulsar a España de sus fronteras, han
llevado a cabo una barbaridad tras otra.
La
última, que podría ser definitiva, es la exigencia de que la Policía y
la Guardia Civil abandonen la región. A continuación, la ertzainza toma
posesión del cortijo de las fuerzas de seguridad y sanseacabó. Si España
quiere trozo, que traiga al ejército. Bien pensado. No es que sean
listos y nosotros, tontos. Es que son contumaces y nosotros, veletas. Es
que su bandera surca los suelos de los bandarras y la nuestra atraviesa
los cielos de la bandurria.
La
policía y la guardia civil fuera de allí, exigen. Como si animados por
la fuerza de su aliento fétido, se convencieran de que los
interlocutores del Estado huirán de aquellos parajes. Luego, a
desmilitarizar el territorio. Por último, una fortísima campaña de
fumigación que extermine los virus de españolismo. De uta are. Las
peticiones de uno se deben compensar con las firmes negativas de otro.
Resoluciones firmes a solicitudes temerarias. Nada de silencio
administrativo. Elocuencia gubernamental.
ETA
se halla detrás de cualquier movimiento genocida. La expulsión de la
policía y de la guardia civil convertiría el campo autonómico en una
viña sin vallado. Los españoles que no han sido gaseados hasta la fecha
comprenderían de pronto lo que fue el holocausto judío.
Largo
de aquí, de España, los malnacidos que hablan con la garganta de la
violencia. Fuera de nuestro país los canallas que asesinan cuerpos como
secuestran voluntades. Lejos de la civilización los salvajes que se
visten con togas bajo las que esconden las dagas que cortan la sangre de
la libertad.
Los
españoles somos todos quienes habitamos un palmo de la superficie que,
histórica y jurídicamente, conforma el territorio de España. Incluidos
Cataluña y Euskadi. A quienes no satisfaga este status, lejos de aquí.
La inmensa mayoría nos quedamos con lo que es nuestro. Porque nos
corresponde. Largo. Fuera.
Un saludo.
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