Ya
es difícil que este articulista muestre su coincidencia con la Junta de
Griñán, antes de Chaves. Pues miren por dónde, manifiesto mi acuerdo
con su decisión de recurrir la ley de tasas judiciales. Lo mismo lo hace
para entorpecer al PP, que es lo habitual. A pesar de ese elemento
subjetivo destructor que les mueve, el objeto merece la pena. Ya está
bien de que los ciudadanos choquen con más fronteras económicas en su
derecho de acceso a los tribunales. Ya está bien.
Las
tasas del gallardonesco acto son miserables. Miserables al estilo
Víctor Hugo y lamentables a la usanza de Zola en Germinal. Seis millones
de desempleados tendrán las puertas abiertas a la justicia gratuita.
Dos millones de ricos disfrutan de su imponente status económico y se
permiten el lujazo de elegir el bufete más influyente del Estado. El
resto, sometido al obstáculo determinante y disuasorio del dinero para
litigar. Hombre, que un simple obrero despedido tenga la infeliz idea de
recurrir en suplicación, le va a costar, de entrada, quinientos euros
y, de salida, ni se sabe. La anunciada reducción del ochenta por ciento
está por ver.
La
tutela judicial efectiva que nos brinda la Constitución hace aguas con
el mismo torrente de iniquidad que el derecho adjetivo de la igualdad.
La jurisdicción laboral está sometida a la fuerza de las empresas
privadas. La contenciosa ha sucumbido a los atropellos de la
Administración Pública que hace hoy lo que le viene en ganas, mañana
envía el expediente que le convenga y pasado encalla el litigio en la
pesada máquina de la burocracia. Y encima, a pagar tasas por exigir la
capacidad tuitiva de los jueces. Si las tasas no son discriminatorias,
que venga Kelsen y lo diga. Especialmente en el sumidero dinerario en
que nos revolvemos.
Menos
tasas y más medios humanos y materiales. En pleno siglo veintiuno, la
justicia se gestiona como dos centurias atrás. No es que marchemos como
cangrejos. Es que no se avanza un metro. Faltan jueces y funcionarios.
Como urge informatizar el sistema en su integridad. La Justicia ha de
correr con la aceleración de Hacienda. Los tiempos deben discurrir
paralelos en todas las administraciones. Es la única forma de que las
garantías no se reduzcan y que el papel deje de ser el señuelo en el que
picamos los que no nos enteramos de las bondades de las nuevas
tecnologías.
La
lectura del Código Civil marca, desde hace mucho tiempo, el camino a
seguir. La ley se ha de aplicar conforme a las circunstancias. Y éstas
aconsejan que el pueblo recabe su rol soberano. No el de las masas
ávidas de sangre y fuego. El pueblo como voluntad de la ciudadanía de la
nación española. El pueblo no sometido más que al imperio de la ley. El
pueblo que se despierta de un sueño de decenios. El pueblo rechaza las
tasas porque quiere libertad. La libertad que se nos robó durante
cuarenta años.
Por
una vez, de acuerdo con la Junta. Tasa injustas, ni una. Bastante
pagamos a los políticos que no se merecen el salario que perciben.
Un saludo.
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