EL TIEMPO INMÓVIL
Cuando
Fray Luis de León pronunció su “decíamos ayer”, no hacía sino
relativizar el transcurrir de los años. Todo pasa y todo queda, que
escribía Machado. Poeta uno y poeta el otro. El tiempo expresaba la
angustia existencial del gran Baudelaire. Las flores del mal nos deja
versos admirables acerca de los relojes cuyo tic tac nos crea la
conciencia de que la vida, lejos de ser infinita, debe ser aprovechada.
No siempre es así. Diré más: casi nunca lo es.
Es
curioso. En pleno franquismo, el que fuera ministro Utrera Molina
destacó como representante de una de las vertientes moderadas y
aperturistas del régimen. Aquellos años no volverán. Porque nunca se
fueron definitivamente. Nos prolongamos en nuestras palabras y dejamos
nuestra huella en los escritos. José Utrera Molina, suegro del ministro
Gallardón, otro que presume de liberal y de progresista, anda preocupado
a causa de la situación propiciada por el catalanismo y, en especial,
por el presidente Artur Mas. Utrera no se anda con chiquitas. En un
soplo acaba, cual huracán tropical, con el problema. Se declara el
estado de guerra, se destituye a Mas como reo de un delito de traición y
se hace actuar al ejército. Ahí, con dos narices.
El
problema catalán es un apéndice del histórico problema regionalista que
viene enfermando a la sociedad española desde el XIX. Siglos atrás, los
remedios fueron efectivos en cuanto a resultados inmediatos pero no se
acercaron al epicentro. Las leyes, señoras y señores, las leyes no se
redactan como ornamentos florales sino como exigencias de una realidad
que acucia. Una vez aprobadas, han de cumplirse procurando que los
jueces se ajusten a su letra en vez de interpretarlas al mandato de su
subjetiva y parcial subjetividad. Cuando esto ocurre, la llaga adviene
gangrena y sólo cabe cortar o morir.
Las
medidas propuestas por Utrera Molina son descabelladas. Desde el punto y
hora en que utiliza la ley como catapulta de sus pesadillas históricas.
La democracia no es un régimen, sino un sistema. Las apologías del
franquismo más inhumano no pueden tener cabida en una España que se rige
por el derecho, que defiende el carácter social del Estado y que
descansa su soberanía en el pueblo. Editoriales como el de Utrera Molina
hacen daño al país. Tanto como las incendiarias declaraciones del
desvergonzado político que es Artur Mas. La Constitución nos ofrece
fórmulas para poner en su sitio a quienes se juegan a los dados el
interés nacional. A ellas acudamos. El tiempo del totalitarismo no ha
pasado y las tentaciones fascistas son muy fuertes.
Desde
esta atalaya que me concede mi libertad de expresión, invito al señor
Utrera a meditar sobre el alcance de sus palabras y sobre la carga de
dinamita que regala a los defensores radicalizados de la independencia
catalana. Bastante tenemos con soportar a estos indeseables para que
remeros del pasado vengan a darnos lecciones de pulcritud legal.
Inmóvil
el tiempo de algunos desahogados. Reloj. Baudelaire: “Pronto sonará la
hora en que el divino Azar o la Augusta Virtud, tu aún intacta esposa, o
el Arrepentimiento (¡Oh esa posada última!) todo te dirá «¡Es tarde!
¡Muere, viejo cobarde!”.
Un saludo.
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