Cataluña
es más que una fuente de noticias. Un manantial de conflictos. El
escenario en el que se ensaya el auto sacramental de la nueva
inquisición política nacionalista. Un vergel para aprovechados y el edén
de las serpientes del tres al diez por ciento. La patria chica de los
Pujol y la hija de la gran madre de los nadadores que guardan la ropa.
Me
da igual el partido si los militantes vacilan y qué me importa la
ideología si los que la esgrimen carecen de principios y, por supuesto,
de escrúpulos. Del Partido socialista de Cataluña sólo puedo esperar que
hoy la clave por delante y mañana acuchille por detrás con tal de estar
presentes en todos los cirios, fúnebres, nupciales, bautismales o
cortesanos. Del partido Popular, aguardo el estallido de dos estilos
diferentes de hacer país: el de Sánchez Camacho, que cada día se
aproxima más a las tesis pseudoconciliadoras de los fundamentalistas, y
el deVidal-Quadras, bien cercano a las posiciones de firmeza frente a
los 55 días en Pekín que, está al caer, se van a rodar en la gran
muralla de la Generalitat. Haga juego, señor Rajoy. No obstante, actúe
como profesional. Valore las cifras y apueste sobre seguro. Como se
equivoque, de nuevo, o galleguee, como suele, el zapatero remendón
tendrá que perforar varios agujeros de su cinturón gubernamental.
La
independencia de Cataluña ha dejado de ser un desafío de Artur Mas. La
creación del Estado catalán es la única salida que tiene el separatismo
pequeño burgués de esa región de España para justificar la nihilidad de
su gobierno actual y del pretérito tripartito. Si las elecciones
inminentes no otorgan al catalanismo los votos suficientes, ese
territorio va a convertirse en una olla exprés sin válvula de escape. Es
probable que las declaraciones de Alejo Vidal no frenen el fenómeno
nacionalista. Lo que es seguro es que las palabras contemporizadoras de
Alicia Sánchez dan alas a la vertiente más sibilina de la secesión.
Ocurre siempre lo mismo. Contra las palabras desintegradoras no valen
eufemismos baratos. Firmeza, respeto y legalidad son los pilares de los
políticos experimentados y de los estadistas de pro.
El
ejército no debe intervenir la Autonomía catalana. La justicia, sí. El
Gobierno no puede encerrarse en la checa de su inanición decisoria. Lo
de la Guardia Civil es lo mismo que lo de los mossos o que la policía
nacional. Si han de actuar, deberán hacerlo con arreglo al mandato del
Ejecutivo español. Si Artur Mas no se quiere enterar del valor de un
peine, el segurata del supermercado tendrá que retener sus ansias
delictivas y atender la llegada de la autoridad.
No
me gusta eso de aquí no pasa nada o del todo discurre con normalidad.
Es pura propaganda fascista. Al pan, pan, Alejo. Al vino, tinto de
verano, Alicia. Las cosas claras y espeso el chocolate. Si unos sienten,
otros no podemos padecer los sentimientos pusilánimes de los primeros.
Esta gente del PP debiera aunar sensibilidades y mostrar a la ciudadanía
española que nuestro Gobierno carece, aparte de la estupidez del
gabinete zapatari, del veneno que aceptó de sus predecesores.
Lo dicho, sentir, todos. Padecer, algunos. Y eso sí que no.
Un saludo.
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