Mis
artículos sobre Cataluña revelan fijación. No en sentido freudiano. Sí
en cuanto a mi voluntad de impedir que se manipule el ser catalán y
trate, por tanto, de mantener su hermosa entidad lejos de las
alteraciones políticas de ciertos grupos burgueses, oligárquicos y
financieros que persiguen modificar su impar arquitectura regional y su
muy singular idiosincrasia humana.
Las
ofensivas soberanistas de estos lobbys pueden concretarse en monstruos
perversos a partir de este domingo, veinticinco de noviembre. Sería
terrible. Mucho más que si se derribara la catedral gótica de Barcelona
o la gaudiana Sagrada Familia para construir sobre sus solares las
torres Pelli de la inmoralidad. A martillazos no se puede elevar una
política lingüística. A golpes de piqueta no se arranca el corazón de la
ciudadanía. A este paso, el triunfo electoral de los secesionistas
desmembraría el cuerpo social y económico de este amado territorio
español. Mala cosa.
Aparte
del PP, que nos ofrece dos de cal y una de arena, la salida acertada
pasa por la calle de Ciudadanos, esquina Albert Ribera. En cambio, si,
por error de orientación y de cálculo, tomamos el atajo de Alfons López
tena, de Homs o el de los Pujol, la regresión al medievo será un hecho.
En este caso, TV3 sería Canal Sur; Ciu, el Psoe de Chaves y Griñán; El
Palau, la Consejería de los EREs; y así. Una aristocracia de la
corrupción más repugnante dirigida por una partitocracia pringada hasta
las meninges.
No
hay banderas suficientes para tapar el retorno al pasado más cruel.
Unos se empeñan en atizarnos con la senyera. Otros ondean la estelada
como velamen de un barco sin timón. Pura guasa. La senyera tiene su
razón de ser, en tanto se remonta a orígenes históricos de la Corona de
Aragón y no arrastra el paño por el barro del separatismo. La estelada,
sí. La estelada es la llamada independentista a estrellarse en la
España democrática y constitucional. La estelada es “le drapeau” que
exhiben los reaccionarios para limpiarse los líquidos internos de sus
enfermedades endémicas.
De
igual manera que a toda acción corresponde una reacción, ante los
reaccionarios cumple la intervención de acciones de paz, de solidaridad,
de convivencia, de progreso. Senyera, sí. Estelada, no. Por fijación
identitaria. Por respeto a las leyes. Por necesidad de sentimientos.
Un saludo.
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