Triste
la situación de la posicionada Comisiones Obreras. El sindicato. Sí, el
sindicato que fue, se debate en la encrucijada de su corporeidad
directiva y su identidad sociolaboral. Ensoberbecidos por su influencia
política y cabreados por el recorte de sus posibles económicos, los
gobernantes del sindicato se pegan cabezazos contra su muro de
lamentaciones internas. Es que no dan una a derechas ni, lo que es peor,
a izquierdas.
Un
tal Rafael Rodríguez, secretario provincial de CC.OO en Córdoba, nos
marca el grado de corrimiento de su locura institucional. El señor se ha
dejado caer con una comparación lapidaria: Cáritas y la mafia. Por
favor. No se puede decir algo tan repugnante y tan bajuno. Por lo visto,
al califilla andaluz le ha molestado que la institución católica haya
abierto un economato para atender a cientos de personas en manifiesto
estado de precariedad adquisitiva. Pobreza en suma a la que no ha sido
ajena la política de Toxo, gran valedor del disparate económico
perpetrado por su otrora aliado y mecenas, el señor Zapatero. Qué vamos a
hacer si la nave carece de cuadernas y el suelo presenta miles de
agujeros.
Cáritas
es una ONG de la Iglesia católica. Una organización sin ánimo de lucro y
con clara intención de desvivirse por el amparo a los más necesitados.
No requiere exhibir un carnet de cristiano ni de feligrés ni de
simpatizante clerical ni de votante de partido alguno. Tampoco reclama
adeptos ni hace propaganda proselitista. Comisiones Obreras, por el
contrario, exige credenciales antes de atender según qué demandas de los
trabajadores. Credenciales y dinero, que no les basta con las ubérrimas
subvenciones que recibe del personal gobernante del Psoe. Cree el
ladrón, reza el castellano refrán, que los demás son de su condición.
La
necesidad es grande y escasa la mies. El lodazal generado por el
psoecialismo gobernante con la inestimable cooperación del sindicalismo
verticalizado de Comisiones y de Ugeté está en el suelo movedizo de la
España que ellos contribuyeron a empobrecer. Miles de marginados y de
excluidos sociales se benefician de las ayudas que proporcionan Cáritas y
sus miles de voluntarios.
Hay
que tener muy poca vergüenza, ninguna, para comparar a una institución
de caridad con una organización que hace de la delincuencia sistemática
su modo de vivir. Hay que ser canalla para sostener tamaña burrada. La
única disculpa que tienen estos mozos es la escapada de su olla. Se les
va el tarro. Como en su interior no hay garbanzos ni esencias, los
recipientes terminan por huir dejándolos solos en su miseria moral. Qué
vamos a hacer si la vara está completamente "pelá".
Perdónalos, pueblo, porque ni saben lo que hacen aunque sí hacen lo que saben.
Un saludo.
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