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viernes, 2 de noviembre de 2012

EL VIAJE DE LOS GULLIVER CATALANES



Son los arietes de goma de una rebeldía falsa. Cabezas de carnero de una conjura anunciada. Sinvergüenzas políticos de una guerra declarada. Defensores de la paz, con lanzallamas en las manos. Mercenarios destructores de la convivencia por arte y gracia de su incapacidad de honor. Izquierdosos de boutique de lujo en una historia de miserias sociales. Badía, de los psoecialistas de Cataluña; Tremosa, de la más repelente derechona catalanista; Romeva, empleado a sueldo de la ICV; y Miranda, no sé qué del Bloque Nacionalista Galego. Representan lo más despreciable de la política española. Utilizan el dinero de España para echar por tierra el prestigio del país. Hombres y mujeres que usan y abusan de sus privilegios como eurodiputados para mostrar la vulgaridad de sus conciencias de matones antidemocráticos.

Sueldazos de escándalo sostienen a esta partida de jerifaltes del interés más negociante. Viajes de placer que camuflan como de trabajo. Prestaciones laborales con menos horas que los reyes magos. Estos son los Gulliver engendrados por la pseudodemocracia que la derechona liderada por Artur Mas ha desplegado por toda la geografía europea a fin de minar los cimientos del estado español. Son los continuadores de la obra impulsada desde Madrid por el malhadado Zapatero, autor del desaguisado ideológico mayor que contemplaron los siglos. Ni Franco concitó tanta animadversión hacia sus ideas como las iniciativas del que fuera presidente del gobierno de España.

Poner en juego la unidad de nuestra nación es más que una traición. Es una bomba nuclear contra las libertades y al derecho adjetivo de igualdad. Los caciques de la voz que no parla sino que expele basuras, están por la labor de hacer saltar a pedazos la estructura territorial del Estado. Conforman una especie de banda etarra sin capucha que se escudan tras el muro autonómico y se carcajean de la cobardía y de los complejos del gobierno español.

Surgirán más Gulliver. Muchos más. Si antes no se pone remedio al desafuero, habremos de soportar a gigantes en un país de pequeños bravucones y a enanos mentales en un país de cíclopes sin ojos. Con lo fácil que sería colocarlos en su sitio. Estos valentones de cartón se disuelven en agua clara. El agua clara de las leyes y el barreño de cristal de los jueces. Los fieros coyotes se convierten, de pronto, en dóciles borreguitos. Sólo hay que mostrarles el agua limpia. Es un remedio milagroso.

A ver si Rajoy se entera de cómo se cocina esta pócima.

Un saludo.

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