La
polilla es un insecto saprófago. Come alimentos almacenados y gusta
devorar el papel y la ropa. No se ha de confundir con el molusco
bivalvo, conocido como broma, que ataca la madera de los embarcaderos.
La polilla broma.
Una
broma de mal gusto me parece la declaración de directores de institutos
de enseñanzas secundarias acerca de su oposición a la implantación de
pruebas de reválida para los alumnos que terminan cuarto curso de la
ESO. Una mala broma y un peor chiste. Cómo que por qué. Porque revela el
miedo institucional a que se descubra el estado agónico del sistema
educativo español. Los informes PISA colorean de rojo la cara de los
responsables de la educación. Bueno, la de aquellos que todavía pueden
lucir blancura y no la negrura que afecta a los sojuzgados por sus malas
praxis y se aquietan en la oscuridad de su noche para no ser señalados.
No
es aceptable en un Estado social y de derecho que los directores de
estos centros públicos basen su argumento de rechazo a la reválida en
dos puntos: la disminución del número de titulados y el aumento de los
índices de fracaso y de exclusión del sistema educativo. Iridiscente,
que diría unos de los personajes caricaturescos de Forges. Pura
filosofía logsiana aplicada. Confesión de la existencia de un colectivo
de polillas que se ha apoderado de la sociedad. Vayan a paseo de
pensamiento, peripatéticos de la rutina y del adocenamiento. Hay
remedios y fórmulas decisivos para acabar con la plaga de larvas de
mariposa que anidan en los armarios sin fondo de nuestro pozo de
cobardía.
Si
la reválida es la prueba del embarazo extrauterino de nuestra red de
centros docentes públicos, ya sabemos que el nasciturus va a ser un ente
amorfo, insulso y malvado al más puro estilo fernandoséptimo. Para
parir sujetos de esta índole, mejor nos estamos quietecitos. Si
disminuye el número de titulados de enseñanza secundaria, no será por la
existencia de la prueba filtro, sino por que el tamiz no deja pasar a
través de su cedazo piedras no pulidas porque no han querido pasar por
la mano del tratador de lascas. En cuyo caso, la propedéutica habrá
ejecutado su papel de cernidor de los futuros estudiantes de
Bachillerato. Y así sucesivamente de universitarios que den lustre a
nuestras apagadas facultades.
De
otra parte, si el miedo de los directivos radica en que va a
incrementarse el índice de fracaso escolar, se necesita ser cretino para
admitir que ese fracaso no es sino la consagración del propio revés de
la organización educativa. Así que en el caso de que las cifras sonrojen
a los irresponsables, la sociedad sabrá mandarlos a picar piedra en vez
de mantenerlos al frente del servicio más esencial para su progreso. Y
todo ello en el marco de atención a la diversidad, de respeto a los
valores, de educación por la paz y la salud. Eso sí, con arreglo a las
virtudes que hacen de los seres humanos, personas, esto es, la capacidad
de esfuerzo, de trabajo, de dedicación, de compromiso, de respeto,
etcétera, etcétera.
En
caso contrario, recomiendo proseguir las pautas que han oxidado el
engranaje otrora limitado pero fluido de nuestra educación. Que no se
saben las operaciones aritméticas, pues nada, ya las aprenderán. Que la
lectura y la escritura son fárragos insoportables para estos chicos de
la playstation, qué mas da si pueden ser campeones del mundo del ocio
juvenil. De todas maneras, si los profesores aplican con un mínimo de
rigor sus competencias evaluadoras y suspenden/reprueban a un número
equis de alumnos, ya vendrá la inspección educativa a dejarlos en
evidencia y a satisfacer las estadísticas triunfalistas del político
mamarracho y sin escrúpulos que nos toque en desgracia.
Erradiquemos la polilla de nuestras instituciones o mañana nos quedaremos con las bisagras del ropero. Lo veo venir.
Un saludo.
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