La
aldea global que recreara McLuhan se catalaniza en el territorio del
nordeste de España. Allá por donde la península ibérica besa el
Mediterráneo y se roza con los Pirineos, la aldea no es global. Es
tribal. Su endogamia alcanza niveles de enfermedad genética. El
presidente de su Administración autonómica es, en realidad, el jefe del
poblado. Todo pasa a su través y lo que él rechaza, no existe.
Las
libertades rigen cuando los dioses de la tierra así lo deciden. Los
hechiceros pululan a su antojo. La prensa sigue al pie de la letra los
dictados del señor. Pocas veces una democracia ha sentido las zarpas de
la dictadura y de la oligarquía con tanta fiereza. El caso Pallerols
constituye un ejemplo de la cerrazón gobernante y del sometimiento de
las instituciones a la corrupción extendida. Un simple ejemplo cuya
instrucción se ha desarrollado durante más de una década.
Si
la prensa local ha silenciado como muerta el pacto logrado entre la
Fiscalía y el partido Unión Democrática, es porque la otra cara de la
Generalitat, léase Convergencia, así lo ha ordenado. Ni una palabra. Ni
un titular. Ni una portada. Ni una opinión. Ni un editorial. Silencio.
Ley de la omertá. El que hable, tiene los días contados. La Vanguardia y
el Periódico de Cataluña no han dicho mu. Se arriesgan a que el grifo
de las subvenciones se cierre definitivamente. Las noticias han de pasar
la censura previa del conceller de turno.
En
tanto, el esclarecido Durán Lleida zigzaguea en Madrid con amenazas
separatistas. En vez de dimitir por la confesión de culpabilidad de su
partido, el visir de Mas saca su sonrisa de hiena para advertir al
Gobierno de la Nación que ojos que no ven, corazón que no siente la
ruptura.
En
esta España de corrupciones miles, los catalanes juegan al parchís de
la extorsión. Como me metas en la cárcel a mis amigos, me como Gerona y
tiro porque me toca. Después, Tarragona. Y así sucesivamente. Mientras,
el Estado se esconde en las trincheras y concede y otorga y regala y
hace punto de cruz. Lo que le pidan. A sus pies.
La
aldea global es España. Cataluña vive los rencores dictatoriales del
franquismo más repugnante. Si no hay libertad de prensa, la expresión
democrática no existe. Ahora resulta que Cuba no es un producto
castrista, sino resultado de las botas claveteadas de una familia de
derechas nacionalista.
Un saludo.
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