La
abuela da a luz y el nasciturus no trae un pan bajo el brazo. Todo lo
contrario. Se lleva la nevera en pleno. En la democracia española nos la
hemos apañado para que decenas de expresidentes de comunidades
autónomas se lleven la pasta calentita. Multipliquen una media de tres
máximos dirigentes por diecisiete y, a su vez, por una media anual de
doscientos mil euros. La cifra estremece.
A
este campo sin vallado hay que ponerle una cerca. El país no está en
condiciones de soportar este despilfarro. Ni ahora con la crisis ni
antes con los felices años de juerga nacional. El desatino se ha
apoderado de los gobernantes y si no cogen el parné durante el ejercicio
del puesto, se llevan los dividendos una vez que pasan a la reserva. A
la reserva activa y bien activa. No hay economía que aguante este
descosido ni sociedad que permanezca aborregada ante tamaños dislates.
Contra
el estado actual de las cosas, la ley debe ser modificada. Un pueblo
que se indigna ante la reforma laboral de los despidos injustos, que
clama contra los recortes en los servicios esenciales y que maldice en
voz baja a los politicastros que se lo llevan crudo, ese pueblo, digo,
no puede quedarse impertérrito frente al dispendio que supone pagar tan
elevados caudales a una serie de señores que han hecho de lo público su
cortijo y del cortijo su herencia.
Y
en este cajón desastroso incluyo a los expresidentes del Ejecutivo
español. Se admite una recompensa proporcionada por los servicios
prestados. Lo que es repudiable es una subvención vitalicia superior a
la ayuda que recibe cualquier desempleado. Del cargo al oficio como del
oficio se dirigieron al cargo. Velas de ida y vuelta.
Los
expresidentes de Autonomías, a trabajar como está mandado. Con ellos,
los altos cargos que siguen percibiendo prebendas como don Bono. Y si es
por la edad, ya saben, la pensión de jubilaciones.
Un saludo.
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