Lo
celebro. Contra la fiera salvaje del deshonor, la espada de matar. No
caben banderillas ni pases de salón. Mientras Esperanza Aguirre da
rienda suelta a su verborrea por todos los medios que la invitan, Aznar
se mantiene fiel a su carácter y a su estilo. Si los buitres que
revolotean en el caso Bárcenas, quieren devorar las entrañas del animal
malherido, no hacen sino seguir los mandatos del instinto. No pidan al
escorpión que no aguijonee. No obstante, los carroñeros tendrán que
limitar su voracidad no sea que el león se sienta ofendido.
Esperanza
Aguirre es una excelente política. Demasiado liberal en la gestión
económica y en lo moral para los tiempos que corren. Tiene su nutrido
club de fans y, al socaire de los gritos de sus incondicionales, suele
tirarse del avión aterrizado y, si lo hace en pleno vuelo, se asegura de
que se encuentra a la altitud debida y se provee de los paracaídas
necesarios. Eso de saltos al vacío, nada de nada. Aznar es sereno y
rocoso. Ni libérrimo ni tradicionalista. Raciona la expresión y recorta
el gesto. Pocas concesiones a la galería.
El
expresidente ha dado una lección de eficacia a Rajoy. Una más. Lejos de
enredarse en declaraciones exculpatorias que a nadie convencen y a
todos sube el nivel de cabreo contra la clase política, Aznar le ha
soltado un mamporro a las hienas que acechan al partido y, al tiempo, ha
dado un recital gratuito de canciones protesta a los compañeros de su
organización. Demanda que te crió. Contra quienes le acusan de padrino
en la presunta financiación ilegal del PP. El partido chapotea y guarda
la ropa. Entre tanto, la cúpula de su partido saca a relucir sus
complejos bizantinos y se debate entre la auditoría interna y la externa
para tejer una red de impenetrabilidad que sofoque los ruidos de la
calle. Pobres diablos. Quieren engañar a Lucifer y ni siquiera están a
bien con Dios.
El
País tendrá que dar cuenta ante el juzgado. Hace tiempo, mucho tiempo,
que entre el periódico de Cebrián y el señor Aznar apenas existen
vínculos afectivos. El atentado de Atocha constituye el mejor referente
de esta falta de feeling de los de PRISA hacia el que fuera presidente
de España. Ahora bien: si Aznar lo ha hecho, que la pague. Si los
reporteros del diario consiguen demostrar sus acusaciones, lo celebraré.
Del mismo modo que festejaré la condena del calumniador si los abogados
del querellante llevan al juzgador a la convicción de que algunos han
tenido voluntad de manchar la fama y de hacerlo, además, con intención
malévola.
Lo
dicho. Bien por la decisión de Aznar. Y el que esté limpio de culpa,
que no siga potenciando la cantera. Que tire la primera piedra.
Un saludo.
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