El
cuerpo policial, vulgo bofia, se está llenando de gloria. Y no me
refiero a los agentes. Cargo directamente contra los mandos. Así. El
impacto dialéctico se dirige a la responsabilidad de quienes están al
frente de las fuerzas de seguridad. Nadie piense que Huelva es el culo
del mundo por un quítame allá un móvil o por un tironcito al bolso de
una anciana o por los escurridizos y acuosos caminos de penetración de
la droga. Que eso, también.
Lo
del culo del mundo es porque nuestros gobernantes no aprenden. En otros
sitios de España, de las comisarías han desaparecido grandes alijos de
cocaína y a ver quién es el guapo que se hace acreedor a una medalla a
la diligencia. Las mafias de Chicago del siglo XX parecen haber renacido
en nuestro país. Lo último es el robo de mil kilos de hachís que se
custodiaban en el edificio del Servicio de Aduanas de Huelva. Como en
las películas. El asalto es de cine al más despreciable estilo padrino.
Ni un vigilante para proteger los fardos. Caray. Ni Rambo ni Harry el
sucio se prestarían a tanto.
Cara
de tontos. El responsable de la seguridad del organismo atracado está
nominado para un colgajo a la previsión y la cruz al mérito incívico por
su fabuloso sentido de la protección. En pleno siglo XXI, donde los
inhibidores de alarma son juguetes baratos en la casa del espía de la
señorita Pepis, el jefe del servicio de Aduanas coloca a un segurata
para defender tan preciada mercancía. Después de mucho tiempo de acoso y
de investigación, cuando los agentes contra el narcotráfico consiguen
arrebatar el hachís a los canallas que comercian con la salud del
pueblo, viene el incapaz de turno, seguramente nombrado a dedo, y hala, a
que se evapore el trabajo de muchos y a que se ponga en el mercado el
veneno que se fuma.
i
Entre
tanto, la Agencia Estatal de la Administración Tributaria a inflarnos a
impuestos y la Subdelegación a poner multas a cuatro o cinco que se
meten un canuto en la oscuridad de la noche en un descampado de la
ciudad. Pero bueno. A quién hay que denunciar antes. Qué clase de
personas rigen los destinos de la salud y de la seguridad ciudadanas.
Cómo es posible que una banda de criminales pueda apoderarse de un
cargamento de esta especie en pleno centro de la ciudad. Es de locos.
Vivimos un momento crucial en nuestra historia. Las mafias se permiten
el lujazo de darnos un pescozón en pleno occipital de la cabeza
policial. Los Capone de los años veinte reeditan sus hazañas en la
Huelva del dos mil trece. De este modo, saludan el nuevo año. Las uvitas
de la suerte y la cohetería no son excusa para que la autoridad
competente se deje tomar el pelo.
Más
de uno debe ser destituido por la vía del “ar”. Como en la mili. Los
irresponsables, a la calle, ¡ar!. Entre ellos, quienes debieron/pudieron
ordenar destruir el cargamento y no lo hicieron.
Un saludo.
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