Hay
noticias sonrojantes. Un diario de difusión nacional se hace eco de una
de ellas referida a Huelva. La tirada online del periódico ABC recoge
textualmente: La Policía Local de Huelva se está viendo obligada en los
últimos días a realizar varios servicios de patrullas por los barrios de
la ciudad a pie o, incluso haciendo uso del autobús urbano, para
desplazarse, ante la falta de vehículos.
El
alcalde de la ciudad debe poner fin a este asunto. De inmediato. Sin
titubeos. Si es verdad, que se abra una investigación urgente y de la
misma se emita un comunicado esclarecedor. No se explica que diez coches
patrulleros se averíen a la vez. Salvo que se trate de un sabotaje. Y
si los fallos mecánicos son resultado del lógico desgaste de los
vehículos en jornadas diferentes, los responsables del mantenimiento
deben pasar por el arco de la destitución. Si no hay dinero o si los
talleres no conceden créditos al Ayuntamiento, entonces habrá que exigir
explicaciones convincentes al concejal del área.
La
imagen de un grupo de agentes de la policía local como viajeros de uno
de los autobuses de EMTUSA es nefasta para la ciudad. Al tiempo, un
escándalo para los ediles del PP democráticamente elegidos. Una
vergüenza para aquellos que votaron al alcalde en la plena confianza de
que iba a acometer una transparente política de seguridad ciudadana. Es
lamentable la declaración de la señora concejal de seguridad: «esta
circunstancia no ha afectado a los servicios en ningún momento y además
estos problemas ya se encuentran en vía de solución». Cómo se atreve.
Pues claro que afecta. Y de qué modo. El problema es que, en vez, de
corregirse, se enfanga. Y claro, la ciudadanía puede perdonar
equivocaciones, pero rechaza tomaduras de cabellera.
La
corrupción asoma por las hendiduras menos pensadas. Es la propia
formación política la que debe situarse al frente de la rápida
aclaración. El partido no puede entrar en la dinámica de las salidas por
la tangente. El caso Bárcenas, que ya se denunciara públicamente en
este blog, reaparece cuando menos se espera. Ojalá que, de una vez por
todas, algún dirigente político se atreva a poner el cascabel al gato de
las decisiones limpias. La imagen de la policía desmontada de Huelva
resulta detestable. Sin embargo, lo peor no es la imagen. Es la bazofia
que se oculta tras el escaparate.
Lo
dicho, alcalde. Medidas prontas o la puerta de las elecciones puede
cerrarse a cal y canto. Hay que dejarse de monsergas y de pintadas de
cal. Una carrera brillante como la suya no puede irse al traste por
pirindolas como la presente. El que la haga, que la pague. Los silencios
políticos hacen cómplices a quienes tienen el poder y la facultad de
hablar. Hable, alcalde, hable. Con palabras elocuentes. Con gestos
entendibles. Hoy. Es el momento. Lo de la policía local no es moneda de
cambio en esta ciudad ya de por sí maltratada.
Un saludo.
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