El
día de ayer fue un día histórico para España. El Parlamento de esa
Autonomía que Cataluña es, ha declarado, porque sí, su soberanía. El
señor Mas ha llevado a cabo su promesa con la complicidad manifiesta de
Duran Lleida, uno de los políticos derechistas más infelices que nunca
conocí. Con todo, esta derechona masmarracha no hubiera podido perpetrar
su televisado crimen nacional si no se pone al rebufo de la ezquerra
republicana y de los socios independentistas de la Izquierda Unida de
Lara y de Llamazares.
La
bancada popular abandonó el hemiciclo tras la votación y entonó, a
coro, la murga victimista de la manifiesta ilegalidad. Si es una
ilegalidad, ¿por qué participan en una parte de la misma?, ¿cómo es
posible que calentaran los asientos de sus escaños para soportar, en
vivo y en directo, un ataque golpista a la Constitución que juraron
defender?, ¿qué espera el gobierno de la Nación española para utilizar
todas las armas jurídicas de que dispone? El refranero dice que más vale
una roja que cien amarillas. Sabio el contenido. Inteligente y preciso.
El rojo de la vergüenza sobre el amarillismo de la sensiblería cobarde.
Si no hace falta ejército para remeter en el cauce de la ley a los
tupamaros que explosionan las espuertas del río de la normativa vigente.
Bastan los tribunales y, a sus órdenes, la policía judicial. No hay
más.
Esta
barbaridad institucional se la hacen a Rajoy por conducto y aliento de
Zapatero. Los independentistas no tuvieron bemoles para protagonizar
este papelón a Felipe González o a José María Aznar. De la polvareda
levantada por el despreciable expresidente nacido en Valladolid y
adoptado en León, viene este barrizal que se pasa las leyes por la
entrepierna de sus intereses espurios.
Si
el problema del independentismo no es tal. Nadie les niega su derecho.
Sí son necesarios unos requisitos. Requisitos que pasan por la Ley Magna
que votamos los españoles en 1978. Requisitos tasados al amparo de los
chaparrones continuados de actos discrecionales y/o arbitrarios. Mi
respeto a los sentimientos de cada ciudadano. Me agrego al grupo de los
que apoyan la separación de territorios y de los que defienden la
unificación de otros. No puede ser de otra forma en una sociedad
civilizada y democrática. Por tanto, me enorgullezco de formar parte de
un pueblo que se constituye conforme a Derecho y no al albur de
fanfarronerías de dictadores de izquierda y de derecha.
Artur
Mas está reviviendo el ibarrechismo. Derecha nacionalista vasca y
catalana aliada de conveniencia de la izquierda extrema de Cataluña y
del País Vasco, con la connivencia de sus facciones españolas. A ver
quién destaca más por su pericia en voladuras incontroladas. Competir en
pos de la copa de meao que se han ganado los de arriba y los de abajo.
La
derecha española que gobierna el Estado debe mover ficha. Desde que
apeó al zapaterismo rubalcabiano del poder. En esta mesa no puede
esgrimir la existencia de cajones cerrados y facturas millonarias. El
mueble era transparente. No valen excusas ni mandangas. Con la ley en la
mano, actúen. Con inteligencia y listeza. Como les venga bien, siempre
que las pistolas callen. Pero déjense de pamplinas y con el mazo del
magistrado dando. Dando, que es gerundio.
Un saludo.
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