No
sé qué está pasando últimamente en el PP. Lo que fuere, me resulta
insatisfactorio, molesto y preocupante. A los casos de supuesta
corrupción, declaraciones estúpidas por la falta de rigor. Según
Victoria, consejero de Presidencia, Justicia y portavoz del Gobierno
que presidiera Esperanza Aguirre, sus compañeros de militancia, González
y Redondo, sólo son reos de un desliz. Dedicar su tiempo en la Asamblea
de Madrid a un jueguecito de mesa, indica el respeto que tienen por su
trabajo y el desprecio que manifiestan hacia sus representados.
Victoria
se sube al carro del propagandismo hooligan y, en un reprobable intento
de hacernos ver blanco lo que es un manchón oscuro, larga al personal,
por si cuela, el peregrino mensaje de que estos dos parlamentarios
trabajan "por y para los madrileños las 24 horas del día".Vamos. Al más
puro estilo psoecialista. Se cree que somos jilis, El señorito de los
madriles debe pensar que nos chupamos el dedo. No quiero incurrir en el
apelativo matagatos porque uno atropelló, sin querer y en una ocasión, a
un felino que se cruzó delante de su coche durante una noche lluviosa y
cerrada. Sin embargo, tragarme esa frase, me daña el estómago e insulta
mi inteligencia.
Ambos
diputados regionales han sido sancionados con trescientos euros de
multa que les ha endosado el grupo parlamentario de Ignacio González.
Qué menos. Pero qué poco.Aparte de la puerilidad de los representantes
del pueblo, hay que sopesar la pérdida de imagen de la organización.
Menos mal la prensa, que si no.
González
y Redondo, Redondo y González, han perdido su credibilidad para seguir
en tan importante institución. Si no dimiten, no podrán ser destituidos,
lo comprendo. No obstante, si fructifica el proyecto de reducción a la
mitad del número de asamblearios, uno y otro deberán situarse en la
parte de liquidación. Y si persiste la cantidad de electos, que se
busquen una lista distinta. Si, por el contrario, siguen, pues nada,
habrá que pensar que los vicios del leninismo del Psoe estaban latentes
en el PP. Y ahora ha llegado el momento de desarrollarlos en el tiesto
del Parlamento.
No
se enteran porque se hacen los sordos. En vísperas de un estallido
social casi inevitable, Victoria disfraza de niñería una gamberrada
pública con el agravante de publicidad. Victoria puede ser un nuevo
punto de derrota para las huestes populares. Su perlita es tan
manifiestamente artificial que no se puede vender en joyerías.
Un saludo.
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