La
diferencia entre un escritor y un personaje que escribe es la calidad.
El matiz de la clase sólo es perceptible por quienes conocen la
vulgaridad. Si no, de qué.
Luis
María Anson gustará poco o mucho. Pero escribir, como casi nadie. A su
espléndida pluma, une su extraordinaria memoria, su finísimo análisis de
la realidad y su sabiduría fuera de duda y de alcance. No obsta lo
anterior para que, en sus momentos de fino chaqueterismo, se pase la
imparcialidad por el ojo de la aguja de su sastre intelectual.
Esta
mañana me he desayunado, tarde, eso sí, con su artículo de “El
Imparcial”. Lo que dice es un arcoíris prometedor en un prolongado
período de incesantes lluvias y de penosas brumas. Vuelve al problema
catalanista de los Pujol, de los Mas, de los Montilla, de los Chacón, de
los Homs y de tantos otros maletillas de la política profesional y lo
hace con la espada de matar en vez de utilizar el verduguillo del
descabello.
Luis
María se hace eco de otro espléndido artículo de Ariza, el dueño de
Intereconomía, y desde el fundamento de éste, entrega el testigo al
Gobierno de Rajoy. Este modesto articulista ya se hizo eco, con infinita
menor repercusión, del problema que se plantea. No es nuevo, claro
está. Y como uno está cansado de tantos chaqueteros, recoge la cosecha
de las dudas sobre la praxis gobernante del PP. Si el consejo de
ministros del Estado español vuelve a caer en el pozo de la servidumbre
abierto por los independentistas de Cataluña, mejor que dimitan y
convoquen elecciones generales.
Nadie
podrá creer en adelante las promesas de un partido falaz que se mueve,
al igual que el PSOE, por los votos que permitan acaparar poderes e
influencias. No cabe aludir a la crisis económica que atraviesa el
corazón de la ciudadanía. El asunto catalán es más antiguo que los paños
de cocina. Y tan sucio como los trapos que limpian el hollín. Del mismo
modo, repugna parapetarse en la herencia del psoecialismo. En este tema
no caben coartadas. Si Rajoy vuelve a colmar de privilegios a Mas y
Pujol con tal de que sus secuaces aparquen el desafío secesionista, será
tan miserable como los presidentes que cedieron al chantaje de unos
cuantos golfos que se ampararon en una bandera legítima para obtener
beneficios personales impropios. El extorsionador y el chantajeado
forman parte de la misma trama criminal.
Un
crimen no es sino la confabulación de unos cuantos para no romper la
territorialidad de España a costa de la insolidaridad de los habitantes y
del desequilibrio de los pueblos.
Si Rajoy no se entera de esto, ya sabe dónde tiene la puerta. De cobardes y de pusilánimes ambiciosos estamos hasta las narices.
Un saludo.
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